Ramón Núñez (A Coruña, 78 años) es uno de los grandes divulgadores de la ciencia en España, sobre todo como diseñador de museos científicos. Creó los tres de su ciudad natal: la Casa de las Ciencias, la Domus y el Aquarium Finisterrae. También fue impulsor y director del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, y ha asesorado en otros espacios dedicados a hacer atractiva y comprensible la empresa científica, como el Planetario de Pamplona o el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, en Valencia. En Madrid y en otro centro científico, el Museo Nacional de Ciencias Naturales, presentó recientemente su último libro. Se trata de El Calendario de la Historia de la Ciencia, una especie de almanaque que cada día del año ofrece la historia de un hallazgo o suceso relacionado con la ciencia o la tecnología que ocurrió en esa fecha. Núñez considera que este libro —una buena herramienta para familiarizarse día a día con gran parte de los descubrimientos científicos de la historia y con sus protagonistas— es su mejor trabajo. En una conversación con EL PAÍS previa a la presentación de su calendario científico, este museólogo y divulgador reflexiona sobre el poder de la ciencia para cambiar el mundo y sobre lo necesaria que es en el día a día; pero nunca en solitario, sino acompañada de ética y saliendo al encuentro de la poesía, del arte y la filosofía. Desde su primera etapa como maestro de escuela, Núñez siempre ha rechazado sustituir la fe en Dios por la fe en la ciencia; hoy, intenta desmitificarla y humanizarla, criticando además que durante la pandemia se usase como argumento de autoridad: “No se puede utilizar la ciencia como argumento infalible para justificar políticas”.Pregunta. La ciencia a veces se trata como una fuente de historias curiosas, y en los periódicos se la incluía en las llamadas secciones blandas, pero no hay nada más transformador.Respuesta. La ciencia no solo es polimorfa, sino que es polivalente. La ciencia es motivo de divertimiento, de ilustración, en tanto en cuanto nos permite llegar al conocimiento del entorno y cuando obtenemos el conocimiento de algo, ya podemos jugar con ese algo. En ese sentido, la ciencia con cultura nos puede permitir ese juego, pero también es motor de progreso. El más poderoso que hay, según [Francis] Bacon. La ciencia es lo que hace cambiar nuestra calidad de vida, es lo que mejora nuestra salud, mejora nuestras comunicaciones, mejora nuestras posibilidades de socialización, todo. Es un estereotipo decir que las personas cuando nos hacemos mayores nos hacemos escépticos y que no creemos en nada. Pues yo, al final de la vida, creo en algo y creo en la ciencia. Creo que la ciencia es muy útil y necesaria al individuo y a la sociedad. Es útil para comprender el mundo, para vivir en equilibrio con el entorno y es útil para cambiar el mundo. Ahora bien, si me dicen: “La ciencia es suficiente”, pues no. Es necesaria, pero no es suficiente. Además de la ciencia, necesitamos amor. Amor a nuestros semejantes, amor a la humanidad, amor al planeta. La ciencia sola sin valores no vale. P. Pero la ciencia y la tecnología también provocan problemas graves para las personas, como se vio en la Revolución Industrial.R. Las decisiones ético-morales van a posteriori. Nosotros descubrimos el cuchillo y vemos que es útil para comer y luego descubrimos que es útil para matar a un semejante. Y entonces introducimos el código ético. La ética o la legislación van después del logro, porque es condición del futuro el ser impredecible. Más informaciónP. ¿Le da vértigo la inteligencia artificial?R. Me da auténtico vértigo. Cuando pienso en esto, estoy muy contento de haber vivido los años en que viví porque tenía la sensación de que podía controlar mentalmente mi mundo. Mi única esperanza ahora es que los jóvenes, que han sido educados en otro ritmo de progreso y de conocimiento, tengan también las habilidades de controlar estas armas que son tan poderosas. Pero a mí me dan vértigo. No digo miedo, pero vértigo. P. Se supone que la IA va a permitir desarrollar nuevos materiales más rápidamente, crear nuevos fármacos para tratar enfermedades y facilitarnos la vida en todos los sentidos. Y, sin embargo, nos da mucho miedo.R. Porque al ser demasiado poderosa, a una persona sensata le tiene que dar miedo. P. En su último libro cuenta que, antes de que el péndulo de Foucault demostrara la rotación de la Tierra, ya se aceptaba mayoritariamente que giraba sobre sí misma en lugar de pensar que era el Sol el que giraba alrededor de la Tierra por intuición, aunque no se había comprobado. ¿Creemos mucho en la ciencia sin saber explicar por qué?R. Cuando daba cursos en didáctica de la ciencia a profesores, les planteaba un juego en el que yo era un pastor y ellos me tenían que convencer de que es la Tierra la que gira alrededor del Sol,y no al revés. Nunca nadie consiguió convencerme. Así que si un crío te plantea en clase que no se cree ese rollo que le estás contando de que es la Tierra la que gira alrededor del Sol, ¿qué haces? ¿Lo castigas porque no puedes meterle tu fe? No, tienes que respetarle y valorar su espíritu crítico y pensar los argumentos con que puedes convencerle.P. ¿Hizo daño a la ciencia el uso que se hizo durante la pandemia, cuando se utilizó para justificar decisiones políticas?R. Hizo daño a la ciencia porque se utilizó como un argumento de autoridad. Por eso a mí me parece que es importante desmitificar. Hay una frase de Richard Feynman que dice que “ciencia es creer en la ignorancia de los científicos”. En el libro muchas veces intento tomarme cosas a broma, desmitificar la ciencia y humanizarla. La ciencia está hecha por seres humanos, que tienen sus vicios y sus virtudes y sus caprichos. No se puede utilizar la ciencia como argumento infalible para justificar políticas, para decir: “Vamos a hacer esto porque la ciencia lo manda”.Moncho Nuñez ha diseñado varios museos de ciencia en EspañaSanti BurgosP. ¿Cómo ve la situación de la ciencia en España?R. Tenemos complejo de que no somos capaces y eso es falso. O sea, somos tan capaces como cualquier otro pueblo. Teníamos que gastar más, pero eso es obvio, no hace falta que lo diga yo. P. Hay otra efeméride del libro en la que habla del encuentro entre Einstein y el filósofo Bergson, que defendía que existía un tiempo subjetivo más allá del medido por los físicos. Es una historia muy interesante sobre el poder y los límites de la ciencia.R. Hay una frase de Confucio que dice que nada pasa más rápido que los años. Y es cierto, porque hay minutos que te parecen eternos y años que te pasan volando. Hay una percepción del tiempo que es íntima, que es personal. Los tiempos de espera son lentísimos y hay otros tiempos que pasan muy rápido. Pero claro, Einstein tiene que decirte que todos esos son cuentos. Porque a la hora de la verdad, el único tiempo real es el que se puede medir. Pero la ciencia no puede negar la poesía. Sería de estúpidos vivir sin poesía, sin belleza. El arte es necesario, igual que la ciencia.P. ¿Qué opina del movimiento escéptico, que busca una confrontación entre al materialismo y la gente que pensaba que la metafísica puede ser útil?R. El materialismo puro es muy útil para resolver un montón de problemas, pero maticemos. Yo me tengo por una persona muy racional, pero en mi vida, las decisiones que me han proporcionado más placer fueron muy irracionales. Hoy comí, maravillosamente, pero de una manera muy poco racional, porque tuve una gesta excesiva de triglicéridos, de colesterol, de alcohol… Una decisión importante en mi vida, como casarme, estuvo basada en el enamoramiento, y el enamoramiento es de todo menos racional. La decisión de estudiar algunas materias ha tenido que ver con que lo estudiaba mi mejor amigo. El que viva una vida basada absolutamente en la racionalidad lo va a pasar muy mal. P. ¿Cómo se puede explicar la ciencia a los niños y jóvenes sin darla como un catecismo?R. Para mí, la clave es coger al niño de la mano y mirar en su misma dirección. Si hace una pregunta, no le tienes que dar una respuesta. El niño no puede tener la idea de que el adulto es una fábrica de respuestas. Has de ayudarle a mirar para que encuentre la respuesta. Se trata de, en lugar de ponerse enfrente para responder, ponerse de su lado para ir preguntando con él e ir encauzando. Y no preocuparse porque una pregunta genere más preguntas.

Ramón Núñez, divulgador: “El que viva una vida basada solo en la racionalidad lo va a pasar muy mal” | Ciencia
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