
Patricia Martín no pensaba ganar el campeonato de Euskadi. Su objetivo era hacer podio, poco más. Pero lo logró, y con ello llegó una avalancha inesperada de atención que, confiesa, la sobrepasó. “Hostia puta’, que lo he ganado”, recuerda aún con una mezcla de incredulidad y pudor. Lo dice sin restarle mérito, pero con la claridad de quien tiene los pies en el suelo: “En realidad, solo he ganado un campeonato. Es mi hobby”. Porque para ella levantar piedras —el deporte rural vasco por excelencia— es exactamente eso: una afición que se toma en serio, pero que nunca pretende competir con la responsabilidad que ocupa su vida profesional. En el hospital se pone la bata y todo cambia. Es cirujana plástica reconstructiva subespecializada en manos y responsable de la Unidad de Grandes Quemados del Hospital de Cruces (Bizkaia).Gallega de Ferrol, 40 años, sin redes sociales y poco amiga del ruido mediático, llegó al mundo harrijasotzaile —la palabra en euskera que significa levantador de piedras— por culpa de su marido, como dice entre risas. Él competía en disciplinas de fuerza y descubrió en internet una escuela en Getxo. Empezó a ir y la arrastró con él. “Empezó a levantar piedra justo después de la pandemia. Me dijo: ‘Venga, que esto te va a gustar’. Y empecé a ir. Me liaron. Tres meses después me engañaron para ir al campeonato de Bizkaia y desde entonces, desde 2021, no he parado”, relata esta mujer capaz de levantar piedras de hasta 75 kilos. Para ser campeona de Euskadi, el pasado octubre en Mungia (Bizkaia) tuvo que alzar un total de 5.387,5 kilos, repartidos en 26 veces con el cilindro de 75 kilos, 24 con el cubo de 62,5 kilos y 31 con la bola de 62,5 kilos.Patricia Martín, en la Unidad de Quemados del Hospital de Cruces.Lo que al principio generaba sorpresa entre los suyos pronto se convirtió en curiosidad. “En Galicia, en las fiestas del pueblo se come y gracias. Aquí ves deporte rural en cada fiesta”. También escucha a menudo comentarios que mezclan asombro y admiración: “Hala, mira las chicas”. Ella mide 1,80 y viene del voleibol, un deporte al que llegó casi por descarte: “O baloncesto o voleibol. Y no daba el perfil de las chicas de vóley… pero me quedé”. No pretende vivir del levantamiento de piedras, ni hacerse famosa, ni encajar en etiquetas. “¿Bicho raro? Me da un poco igual. Hago lo que me gusta porque me gusta”, deja claro.Recuerda su primera competición: una plaza pequeña, su entrenador ausente, su marido y una amiga acompañándola. Nervios. Otro levantador veterano, Izeta, le dio el mejor consejo: “A lo tuyo”. Desde entonces, cada vez que toca competir, entra en una especie de burbuja. “Hago un círculo cerrado. Me centro en la piedra, en el entrenador, en el ayudante y, por supuesto, en el árbitro. Mi marido anima a grito pelado. Y no le oigo”, asegura.Patricia Martín, durante el campeonato de Euskadi de levantamiento de piedras.Dice que ahora hay más mujeres practicando este deporte tradicional que antes. Al empezar eran “cuatro gatos”. En su opinión, “el deporte rural vasco es potente aquí, pero sigue siendo minoritario”. Y además requiere un cuerpo ya formado: “No puedes empezar con 10 años o no debes”, aconseja. La profesionalización también ha cambiado el paisaje: federaciones, campeonatos reglados, pocas apuestas, casi ninguna femenina. “Antes el reporte rural se movía todo por apuestas, pero para cuando yo empecé, he visto pocas. De chicas, la verdad que no he visto nunca ninguna. Ahora está todo como más reglado, el campeonato de Euskadi, el de Bizkaia, el de Mallabia, el de Igueldo… Para competir tienes que estar federado. Antes no había ni federación”, rememora. Una vocación que nació prontoFuera de la plaza, la realidad es otra. Mucho más dura. Es responsable de la Unidad de Grandes Quemados del Hospital de Cruces, una de las más complejas y exigentes de la sanidad vasca. “Si no eres capaz de levantar una piedra, no la levantas y ya. Te cabreas y se te pasa. En el quirófano no. Si se complica algo, se complica una persona”, asegura poniendo un tono de voz serio.Recuerda casos que se quedan clavados. Como el niño electrocutado en San Sebastián cuyo fallecimiento ocupó titulares el pasado mes de marzo. A ella y a su equipo les tocó luchar por él. “Sabíamos que tenía pocas probabilidades. Lo peleas, lo peleas… y llega un punto en el que dices: no podemos pelear más”, se resigna. Esos casos se los lleva a casa, igual que cualquier sanitario que trabaja en cuidados críticos. “La piedra se queda donde la dejas. Pero al paciente, y a la familia, te los llevas contigo”.Siempre quiso ser médico. O eso recuerda. De pequeña quería biología, pero una tía le aconsejó medicina “porque vivirías mejor”. Durante la carrera estaba decidida a ser forense, hasta que en sexto descubrió la cirugía plástica. El día clave fue aquel en que vio reconstruir una mandíbula usando un trozo de escápula. “Pensé: esto es muy guay. Es creatividad pura”. Y cambió su destino.Para ella, el deporte es una válvula de escape imprescindible. Cuando la operaron de apendicitis y pasó tres meses sin entrenar, casi se subía por las paredes. Hacía trampas para remar un rato en el ergómetro a escondidas. La piedra la equilibra. El hospital la define. Uno le da fuerza; el otro le exige toda la que tiene.En esa doble vida —quirófano y plaza, bisturí y granito— ha encontrado un equilibrio extraño y hermoso. Uno que sostiene con la misma serenidad con la que levanta una piedra de cien kilos: sin ruido, sin épica, sin imposturas. Simplemente, porque puede. Y porque quiere.
Patricia Martín, la campeona de Euskadi de levantamiento de piedras que salva las quemaduras más graves en el hospital de Cruces | Deportes
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