Llegaron de la mano para afianzar la apuesta cultural. Uno, dispuesto a convertirse en el icono contemporáneo. El otro, con el objetivo de ampliar los límites de la ciudad y atraer al visitante más allá del centro. Málaga estrenó la primavera de 2015 con la apertura de las filiales del Centre Pompidou y el Museo Estatal de San Petersburgo. Y una década después, hay muchas luces y algunas sombras en una trayectoria que no sería posible sin una inversión millonaria. Hasta ahora han supuesto un coste de 75,3 millones de euros para las arcas municipales, según se recoge en los presupuestos anuales. Cifra que crecerá tras la renovación al alza del contrato con la matriz francesa: solo en 2025 ya supera los 10 millones, a pesar de que el centro ruso tiene su continuidad en el aire desde la invasión de Ucrania.Más informaciónLos dos museos pusieron la guinda a un camino que abrieron en 2003 abrieron el CAC —hoy cerrado mientras se reformula su futuro— y el Museo Picasso Málaga, que el Thyssen después aplanó. La filial francesa fue una sorpresa y la rusa, aún más, porque nadie la vio venir. Ambos afianzaron la marca ciudad de los museos y lograron aumentar una relevancia internacional que la capital de la Costa del Sol entonces no tenía. Sin embargo, ya al inicio hubo voces que denunciaban la sensación de que Málaga se estaba convirtiendo en una especie de parque de atracciones más centrado en vender marcas y atraer turistas que en potenciar la cultura. “Son infraestructuras puestas al servicio de la industria turística, funcionan como publicidad comercial. Y en ese sentido han cumplido su papel”, lamenta el artista Rogelio López Cuenca, que cree que “no son más que escaparates”. De hecho, el turismo se ha multiplicado en estos últimos años a cambio de ahogar a la población local a base de precios imposibles, en especial el de la vivienda, alentado por el rápido desarrollo de los pisos turísticos. López Cuenca cree que es “incalculable” lo que se podría haber hecho si se hubiese destinado al tejido cultural local el mismo presupuesto millonario, argumento utilizado también por la oposición municipal. Fuentes municipales subrayan que hasta 144 creadores, gestores y artistas malagueños han pasado por el Museo Ruso, además de otros 207 por el Pompidou.Pocos dudan —incluso voces de dentro de los museos— que fue ese turismo el trasfondo para impulsarlos, aunque sus responsables opinan que su presencia ha otorgado muchas ventajas a Málaga. Su principal valedor es, sin duda, el alcalde, Francisco de la Torre. “Llegaron para reforzar la cultura para los malagueños y los de fuera. Y también para reforzar la visibilidad de Málaga con una oferta a la altura de las mejores de Europa. Es lo que se planteaba y lo que se ha conseguido”, relata el regidor a EL PAÍS. También subraya cómo el cubo de cristal intervenido por el artista Daniel Buren en el Centre Pompidou Málaga es ya “parte del skyline de la ciudad”. Ahora comparte perfil con la alcazaba, la catedral y el castillo de Gibralfaro. Es ya una de las fotografías más habituales para los turistas: es referente de la cultura y de Instagram.Visitantes en la exposición temporal ‘Belleza furtiva’, de la artista Alisa Sibirskaya en el Museo Ruso que cumple 10 años desde su apertura y que se ubica en la antigua Real Fábrica de Tabacos de Málaga.
García-Santos (El País)Su historia empezó en 2008 durante un partido de fútbol amistoso entre España y Francia. El regidor aprovechó para proponer al entonces embajador francés, Bruno Delaye, la posibilidad de que la ciudad albergase una sede del Louvre o el Pompidou. El primero pensaba ya en su sede en Abu Dhabi así que se apostó por el segundo. Lo que parecía una anecdótica conversación futbolera se hizo realidad el 28 de marzo de 2015 en un recinto de casi 2.000 metros cuadrados. Fue la primera sucursal de este museo fuera de Francia. Las exposiciones con obras de los siglos XX y XXI de Picasso, Barceló, Magritte, Kahlo, Chagall o Calder se han sucedido desde entonces y este viernes estrena muestra centrada en Kandinsky. A cambio, eso sí, el ayuntamiento (que gastó cinco millones en adecuar el edificio) se comprometió a pagar un canon de 20 millones de euros y asumir los gastos de mantenimiento, funcionamiento, personal o seguros. Ha costado ya 45 millones. Y esta segunda década será aún más, porque el acuerdo fue renovado el año pasado hasta 2035 incluye una subida del 50% del canon anual.“Nos tomaron por locos”Tres días antes que el Pompidou abrió sus puertas el conocido como Museo Ruso. Nadie esperaba su llegada ni su ubicación: el barrio de Huelin, al oeste de la ciudad y que en tono jocoso se conoce ahora como Huelingrado. El acuerdo con la matriz en San Petersburgo incluía el pago de 400.000 euros de canon, coste al que se suman unos dos millones de euros anuales por el propio funcionamiento del museo (30 en total en estos diez años). Por allí han pasado Kandinsky, La carga de la caballería roja de Malévich o las marinas de Aivazovsky.Las exposiciones validaron su aterrizaje y la apertura a su entorno —con 2.000 actividades y eventos hasta ahora— lo confirmaron. “Luz Arcas [reciente Premio Nacional de Danza]Pablo Bujalance, Julio Anaya, Alessandra García. Son muchos los nombres que demuestran la relación con el tejido cultural local”, destaca José María Luna, que ha dirigido durante 13 años la agencia pública que gestiona los dos museos, además de la Casa Natal de Picasso. “Cuando empezamos nos tomaron por locos, pero teníamos el convencimiento de que era un proyecto que iba a hacer historia. Y creemos que están dejando un sedimento brutal para el futuro”, añade. Vista exterior del Museo Ruso que cumple 10 años desde su apertura y que se ubica en la antigua Real Fábrica de Tabacos de Málaga.García-Santos (El País)En 2021, con viento a favor, el ayuntamiento anunció una prórroga para que el Museo Ruso permaneciera hasta 2035. Nadie sabía entonces que Vladímir Putin invadiría Ucrania, que llegarían las sanciones internacionales a Rusia y que poco después las 183 obras que formaban la exposición Guerra y paz en el arte ruso serían descolgadas para ser enviadas de vuelta a su país. El acuerdo firmado —y el pago anual— quedó suspenso por fuerza mayor y, desde entonces, hay muchas dudas sobre la continuidad del centro. Mientras se resuelven, se ha reinventado con una apuesta por los coleccionistas privados: primero la británica Jenny Green, luego José María Castañé y finalmente George Costakis, cuyos fondos se podrán ver hasta el próximo 30 de marzo. Todo al margen del Gobierno y las élites rusas. Eso sí, desde el conflicto sus visitas han caído: de las 100.000 de media durante el primer lustro hasta las 40.000 en el segundo.Su futuro es incierto. Luna, gran defensor y director del museo durante más de nueve años, fue apartado de la dirección hace meses. Ha sido sustituido por Luis Lafuente, que apenas se ha prodigado en apariciones públicas ni ha confirmado la permanencia. En enero, la concejala de Cultura, Mariana Pineda, avisó de la apertura de un “proceso de reflexión” para abordar “la redefinición” del museo. “Nuestra voluntad es la continuidad y espero que se den las condiciones geopolíticas que lo permitan”, añade el alcalde, quien asegura que hay abiertas “otras alternativas potentes” por si acaso. “No entiendo cómo se plantean cerrarlo: la cultura está por encima de la política”, opina José Manuel Cabra de Luna, presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga. De momento hay tres exposiciones preparadas —centradas en los ballets rusos de Diaghilev y las figuras de Ana Pavlova y Zinaida Serebriakova— que igual no llegan a celebrarse porque el museo acaba siendo otra cosa. Dejaría así al Pompidou como gran referente de Málaga con permiso, eso sí, del Picasso.

Málaga cumple diez años como ciudad de los museos | Cultura
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