En un lugar de La Mancha. In a village of La Mancha. Dans une bourgade de la Manche. An einem Orte der Mancha. Y así en más de ciento cuarenta lenguas en las que se puede leer el Quijote, la obra inmortal de Miguel de Cervantes. Que la literatura cruce fronteras es el valioso trabajo de los traductores, el mismo que llevan haciendo cientos de años. Gracias a ello personajes como Alonso Quijano, el doctor Frankenstein y su criatura, Hamlet, Emma Bovary, Anna Karénina, fray Guillermo de Baskerville o Gregor Samsa son conocidos fuera de los países donde fueron concebidos. Sin los traductores no habría eso que se llama “literatura universal”, pero a veces parece olvidarse que los traductores también son creadores. Una traducción nunca es igual a otra. Hay palabras que se eligen o que se desechan, respiraciones únicas en la puntuación, un ritmo, un estilo que es propio del traductor o la traductora y que se incorpora al del autor de la obra. Con el desarrollo de la inteligencia artificial generativa, los traductores ven en riesgo su labor y denuncian que su trabajo se está utilizando para el “entrenamiento” de programas de IA sin su permiso, sin respetar sus derechos de autoría y contraviniendo la normativa europea sobre propiedad intelectual.Más informaciónPalencia acoge los días 4 y 5 de abril el IV Encuentro Profesional de la Traducción Editorial. Un tema destacado en estas jornadas es la defensa de los derechos de autoría de traductores frente a los usos ilícitos que se están produciendo con la IA generativa por parte de empresas e incluso de instituciones públicas. El encuentro está organizado por ACE Traductores, asociación constituida en 1983 para la protección y apoyo al sector de la traducción, y el Centro Español de Derechos Reprográficos (Cedro), cuyo objetivo es proteger los derechos de autoría.“El traductor tiene la consideración de autor. No es el autor de una obra original, sino de una obra derivada, pero es tan autor a nivel jurídico como el escritor”, dice Javier Díaz de Olarte, director jurídico en Cedro, que participará en el encuentro palentino. Olarte recuerda que el marco jurídico europeo en materia de propiedad intelectual se basa en la directiva europea de 2001 de derechos de autor, que adaptó estos derechos al entorno digital. En 2019 hubo otra directiva, la de derechos de autor en el mercado único digital, que introdujo algunas modificaciones, pero la base sigue siendo la de 2001 y, en el ámbito español, la Ley de Propiedad Intelectual, en la que se reconocen al autor los derechos exclusivos de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación. “Cualquier uso, bien si se desarrolla en el entorno de la inteligencia artificial o fuera de esta, tiene que adaptarse a este marco jurídico general. Eso quiere decir que hace falta autorización del autor. Y esto no se está cumpliendo. Hasta donde nosotros sabemos, a nadie le han solicitado autorización en los distintos proyectos internacionales o españoles de IA que se están desarrollando”, apunta Díaz de Olarte.Edición de un diccionario de Oxford de la lengua inglesa.César Vallejo RodríguezEntre las modificaciones que incorporó en 2019 la directiva de derechos de autor en el mercado único digital estaba un límite o excepción que se cita mucho últimamente, el de la “minería de datos”. Este límite lo que permite es el tratamiento masivo de obras para obtener resultados estadísticos, bien para investigación científica o para observar variables y tendencias. Si es para lo primero, el titular de derechos no puede oponerse; para cualquier otro tipo de uso, sí dispone de esa posibilidad. El problema es que esta minería de datos se está utilizando para el entrenamiento de la IA sin conocimiento ni autorización de los autores, entre ellos los traductores. “En determinados ambientes se dice que la minería de datos y de texto permite el entrenamiento de sistemas de IA, pero en mi opinión no es así. Hay que marcar por un lado lo que es minería de datos y texto y, por otro, lo que es entrenamiento de IA. La minería de datos no está pensada para entrenar a una máquina y mucho menos para entrenar a una máquina que después puede llegar a producir algo similar a una creación humana y que puede competir con una creación humana. Una cosa es investigación pura y dura y la otra es producción industrial. Hay un perjuicio evidente que ya se ha producido y se sigue produciendo a día de hoy, a esta misma hora”, explica Díaz de Olarte.Marta Sánchez-Nieves, traductora de literatura rusa —de autores como Tolstói, Dostoievski, Gógol y Ajmátova a escritoras contemporáneas como Anna Starobinets— y también presidenta de ACE Traductores, reconoce la preocupación del sector por los desarrollos de la IA generativa. “Lo que más preocupa es la eliminación de puestos de trabajo. Hace unos meses ya se dio el caso de un libro que se publicó traducido con IA al español y hubo polémica porque ni siquiera la autora de la obra original lo sabía y le molestó mucho. Y la autora además es de EE UU; es decir, que de inglés no faltan traductores ni mucho menos”. El libro es Café con aroma a calabaza, de Laurie Gilmore, publicado en enero de este año por HarperCollins. Tras la oposición de la autora y el revuelo en redes sociales por parte de booktokers que habían recibido los primeros ejemplares del libro, la editorial decidió contar con un traductor para la siguiente edición.Sánchez-Nieves desvela que los traductores españoles están recibiendo cada vez más propuestas de posedición de libros cuya primera traducción sospechan que ha sido realizada con inteligencia artificial. “Se está ofreciendo editar libros que no te dicen si están traducidos por una persona o por una inteligencia artificial. Cuando preguntas a veces te dicen que sí, que está hecha por un traductor humano, pero cuando ves el texto ya te queda claro que no”. Por otra parte, en los contratos editoriales se están incorporando cláusulas por las que los traductores se comprometen a no usar IA en su trabajo. “Y nos parece muy bien, pero queremos que sea recíproco, y que haya cláusulas en las que también las editoriales se comprometan a no ceder la traducción que hacemos para el uso de la IA”, reclama Sánchez-Nieves.La Asociación Colegial de Escritores (ACE), de la que ACE Traductores es una sección autónoma, dio a conocer a principios de este año los resultados de una encuesta entre autores españoles —escritores, traductores y dramaturgos— sobre inteligencia artificial. El principal resultado fue que el 96,5% de los creadores exigía que se solicitara su consentimiento en el caso de que sus obras quisieran ser utilizadas para el entrenamiento de modelos de IA generativa. En la encuesta también participaron asociaciones de escritores de Cataluña, Galicia, Euskadi, Valencia, Extremadura, Aragón, Castilla La Mancha, Navarra, Cantabria, Canarias, Asturias y La Rioja, además de la Asociación de Autores Científico-Técnicos y Académicos (ACTA).Novelas inglesas y francesas traducidas al español.Claudio Álvarez“Desde ACE y las demás entidades promotoras se defiende el principio de Autorización, Remuneración y Transparencia (ART), adoptado por el European Writers’ Council (una federación de asociaciones de autores) como marco esencial para cualquier uso de obras protegidas”, reivindicaban las asociaciones impulsoras del estudio. El problema es que esos principios ya se están incumpliendo, lo que ha comenzado a provocar demandas como la presentada en Francia contra Meta, a mediados de marzo, por asociaciones de editores y autores debido al uso masivo y sin autorización de sus obras para el entrenamiento de modelos de IA generativa.En España ha desatado las críticas el proyecto Alia, impulsado por el Gobierno y desarrollado por el Centro de Supercomputación de Barcelona. Alia es una infraestructura pública de recursos de inteligencia artificial, como modelos de lenguaje abiertos, incluso para su utilización por terceros con fines comerciales, y entrenados en las lenguas cooficiales: catalán, gallego, euskera y valenciano. Alia fue anunciada por el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a finales de enero. “En la elaboración de esos modelos de lenguaje, hasta donde nosotros sabemos, no se ha solicitado autorización a ninguno de los titulares de derecho. Y eso desde el sector público resulta especialmente preocupante”, manifiesta Díaz de Olarte. El director jurídico de Cedro señala que otros países, como Noruega o Dinamarca, “han adoptado unas vías mucho más respetuosas con los derechos de autor” en sus proyectos gubernamentales sobre IA y están conversando con autores y editores para asegurar la protección de sus derechos de propiedad intelectual. Sin embargo, el Ministerio de Cultura español sí retiró en enero la tramitación del real decreto de licencias para la IA generativa con el fin de iniciar un proceso de diálogo con el sector cultural, que ya se está produciendo.En líneas generales, los creadores sienten que sus derechos no están siendo ni respetados ni protegidos. De ahí el rechazo que acaban de manifestar ante el tercer borrador del Código de Buenas Prácticas de la IA de Propósito General (GPAI), realizado por la UE. A ese borrador se oponen las principales asociaciones europeas de producción audiovisual, teatral y musical, así como organizaciones de periodistas, guionistas, actores, fotógrafos y artistas visuales, además de la Federación de Editores Europeos, el Consejo Europeo de Escritores y el Consejo Europeo de Asociaciones de Traductores Literarios (Ceatl), que agrupa a 36 asociaciones de 28 países, que representan a unos diez mil traductores literarios.“Se pusieron muchas esperanzas que luego quedaron en nada en el Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial”, lamenta Díaz de Olarte. “El Código de Buenas Prácticas parte de ahí. El Reglamento de Inteligencia Artificial se parece más a una norma de consumo que a otra cosa. Solo tiene tres mínimas referencias a los derechos de propiedad intelectual. Es una norma que va entrando en vigor por partes, en agosto lo hará la mayor parte. Y mientras se está dilatando cualquier iniciativa de protección para los titulares de derechos de autor, sus obras están siendo utilizadas, por lo que hay una situación de desamparo, que se está prolongando en el tiempo”.Carlos Fortea, escritor, traductor de alemán de autores como Stefan Zweig, Thomas Mann, Kafka y Günter Grass, así como profesor del Grado en Traducción e Interpretación en la Universidad Complutense de Madrid y Premio Nacional de Traducción en 2023 por Los Effinger. Una saga berlinesa, de Gabriele Tergit, considera que hay dos cuestiones fundamentales: una de carácter ético y otra estético. “Por una parte, está la incertidumbre y, en algunos casos, la fundada sospecha e incluso la prueba de que las traducciones publicadas se están utilizando para entrenar la inteligencia artificial sin el permiso de los autores y sin regulación adecuada por ese uso. Es decir, que estamos asistiendo a un acto masivo de piratería intelectual tolerado por las autoridades bajo el pretexto de no tener regulación”.“Por otra, hay una cuestión de orden estético, es decir, en lo que afecta a la traducción como creación literaria: si el sector editorial considera que los lectores siguen mereciendo un producto de alta calidad, entonces no hay razón para que el actual sistema sea sustituido por otro basado en la IA”. Fortea subraya que hay que respetar “los derechos de los lectores y, por así decirlo, los derechos de la literatura”. Y lo explica: “No podemos ir hacia unos productos estandarizados, que aplanan el lenguaje, carentes de innovación, porque la inteligencia artificial solamente exprime lo que ya existe, con lo que todo el potencial de innovación humano queda sustraído de la creación y a mí eso me parece gravísimo. La mal llamada inteligencia artificial no es inteligente, sino que es un supercopiador. En mis clases pongo un ejemplo para que mis alumnos me entiendan: a veces yo dudo de si tengo que hablar de la arquitectura moderna o de la moderna arquitectura. Si lo dudo yo, que pienso, ¿qué va a hacer la máquina, que no piensa?”.

Los traductores alzan la voz contra el uso de su trabajo para el entrenamiento de la IA generativa | Cultura
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