Carlos LópezComunicador social y periodista de la Universidad del Quindío05 de julio 2025, 11:00 P.M. Actualizado:05.07.2025 23:00Sentado en su casa, el viernes, Manuel estaba desayunando cuando su plato quedó lleno de vidrios. De repente, el estruendo que escuchó fue tan fuerte que después de un segundo inmóvil, su reacción fue asomarse a la calle a ver qué había ocurrido. Una moto bomba había explotado a 15 metros de distancia volando en pedazos todas sus piezas. Los impactos de las esquirlas dejaron ocho personas heridas y varios daños materiales en el centro de Calamar, Guaviare, donde se vive una guerra entre las disidencias de las Farc en la que impera la ley del silencio, tan arraigada que no es fácil de detectar en la cotidianidad del pueblo.Fosa común donde fueron encontrados los cuerpos de los líderes religiososFoto:ArchivoEl negocio más afectado fue el famoso asadero La Cresta Roja. Ingrid Medina lleva un buen tiempo administrándolo y antier, con la voz entrecortada, no sabía cómo explicarle a su hijo de siete años lo que estaba viendo: sangre en la entrada, un techo caído y vitrinas quebradas como si hubiera pasado un huracán. Afuera, un militar al que recogían tras caer gritando del dolor en sus piernas.Asombrados, Manuel, Ingrid y sus vecinos contaron minutos después en la esquina -ya acordonada y visitada por los transeúntes- que hace años no se presentaba un hecho como esos en el casco urbano. La memoria colectiva se remonta a 2015, fecha en la que activaron otra moto bomba en todo el frente del parque principal.Antier, esos recuerdos se desempolvaron -“¡fue como retroceder en el tiempo!”, dijo uno de los vecinos- con el artefacto explosivo que detonaron al parecer las disidencias de la subestructura 44, un ala al servicio de alias Iván Mordisco. La explosión ocasionó que algunos locales no se abrieran hasta tan tarde. Los que sí lo hicieron, en la noche con las mesas y sillas vacías sintieron la zozobra e incertidumbre que da el miedo latente a caer en otro ataque. “Esto un viernes no suele ser así, mire el billar, ojalá no se tire las ventas del fin de semana”, lamenta alguien de la cuadra.En ellos mismos hay preguntas como la de por qué, reconociendo que históricamente han sido una región golpeada por el conflicto, volvieron a padecerlo en el casco urbano. Cuentan que los disidentes sí suelen atacar con cilindros y granadas al batallón o a la Policía, pero no al corazón del pueblo: la esquina en la que está La Cresta Roja, de donde se desprende la vía hacia el vecino municipio de Miraflores, y a veredas como Agua Bonita Media.La tragedia allá es otra y el precio para quienes rompen la llamada ‘ley del silencio’ también lo es. El lunes, a un par de horas río abajo fue encontrada una fosa común con ocho líderes sociales y religiosos de Agua Bonita Media asesinados. Habían sido secuestrados a comienzos de abril y sus cuerpos, trasladados a Villavicencio, aparecieron en grave estado de descomposición y por eso no han sido entregados a sus familiares.Fuerza Pública intervino la zona que el viernes fue afectada con una moto bomba, instalada por disidencias de MordiscoFoto:ArchivoCon velas encendidas, pancartas en solidaridad y una cinta negra en cada pecho en honor a las víctimas de la fosa, el jueves -un día antes de la moto bomba- pobladores de Calamar marcharon con una sola voz para pedir a los grupos ilegales que frenen la violencia. De fondo, la caminata empezó con un dron cargado de explosivos que sobre las 3:40 de la tarde cayó sobre el batallón de selva nro. 24 del Ejército, ubicado a dos minutos a pie desde La Cresta Roja. “Yo también escuché esa explosión”, cuenta la propietaria del asadero.EL TIEMPO acompañó el recorrido y personas como la lideresa Aleida Peña elevaron su voz ante las autoridades del orden central, a las que ven indiferentes y lejanas: “Queremos la paz, que volteen a ver a nuestro municipio, un rincón de la selva en el que existe harta población”.El alcalde, Farid Castaño también hizo lo propio: ” Necesitamos que el presidente venga, que se conecte con la realidad del territorio. Es muy doloroso cuando desde su cuenta de X invitaba a la comunidad a hacer verbenas populares, como si no pasara nada, como si el confinamiento no existiera”, enfatizó Castaño justamente luego que en el mes de junio, el presidente lanzara el documental sobre Chiribiquete, desde San José del Guaviare.La paz que no llega en total forma tiene como responsables directos a dos grupos disidentes, que hace cerca de un año se montaron una cacería el uno al otro por quedarse con el control territorial y el millonario régimen extorsivo y de narcotráfico que sembraron hace décadas. Con la firma del acuerdo de 2016 con las antiguas Farc, la comunidad pensó que iba a salir de esos problemas, pero desde entonces han pasado dos gobiernos y dicen que no se han acabado: lo que hay es una confrontación cada día más fuerte entre el ‘frente primero’ de ‘Iván Mordisco’ y el ‘frente séptimo’ de ‘Calarcá’. En medio, un Guaviare pagando una guerra que no compró y que ha dejado como saldo homicidios, extorsiones, reclutamientos forzados, paros armados, toques de queda y la reciente fosa común.La violencia se ha recrudecido tanto que hace un mes, en las noches las calles de Calamar quedaban solas. ‘Mordisco’ ordenó un paro y luego un toque de queda con el que a través de audios y mensajes de texto, su gente mandó a frenar el comercio desde las 6 de la tarde a las 6 de la mañana.”Tuvimos que cerrar todo por la orden que mandaron, no sé quién, pero tocó hacer caso. Los campesinos tuvieron que encerrarse en las fincas, esto fue peor que una pandemia, en ese tiempo uno podía hacer sus compras, con el paro no se podía hacer nada”, cuenta Rosemberg Franco, un comerciante al que popularmente conocen como Ruperto.La instrucción se cumplió al pie de la letra hasta hace dos semanas, cuando se levantó la medida y la comunidad curiosamente empezó a escuchar varios sobrevuelos en helicóptero. Giovanny Garcés, exalcalde de Calamar, no sabía si estaban bajando tropa en el batallón o haciendo operaciones militares. La realidad es que se preparaban para una delicada exhumación en la fosa común.Tres meses de angustiaEl 4 de abril que pasó, Jesús Valero, Carlos Valero y Marivel Silva, habitantes de Pueblo Seco, un sector de la vereda Agua Bonita Media que queda a 30 minutos en moto por trocha desde Calamar, fueron llamados a un interrogatorio por parte de las disidencias, presuntamente por dos cabecillas: William Suárez, alias Arbey o ‘el Indio’; y Javier Valencia, alias Wainer.Ambos habrían seguido la orden de Edilberto Marín, alias Paisa Duber, de que “los que sean del Eln, se van del Guaviare o se mueren”. Las preguntas que ese viernes les hicieron a las tres víctimas fueron orientadas a si al ser de Arauca, pertenecían al Eln. La inteligencia criminal de ‘Arbey’ y ‘Wainer’ los tenía reseñados como supuestos informantes de esa guerrilla en Pueblo Seco, y como el falso estigma es que si es araucano, es eleno; y si es guaviarense, es fariano, los secuestraron.Un día después, los interrogados fueron otros cinco pobladores: Isaid Gómez, Maryuri Hernández, Óscar Hernández, James Caicedo y Nixon Peñaloza, el presidente comunal de la vereda. Les hicieron las mismas preguntas y se los llevaron en un recorrido por Pueblo Nuevo en el río Itilla hasta La Ojona, el punto central en esta historia.En ese lugar remoto, rodeado de una tupida selva bañada por el río, hay una casa abandonada que está bajo control de las disidencias, donde a los ocho secuestrados les recriminaron nuevamente su supuesta pertenencia al Eln. Les cavaron la tierra estando vivos y amarrados, y procedieron a dispararles con armas calibre 38 y 9 milímetros. A los primeros que mataron estando boca abajo fueron a Jaime y a Óscar, y después al resto.Los campesinos tuvieron que encerrarse en las fincas, esto fue peor que una pandemia, en ese tiempo uno podía hacer sus compras, con el paro no se podía hacer nadRosenberg Franco, comercianteEl cruel recorrido al que sometieron a los secuestrados quedó fotografiado por un disidente al que en mayo capturaron las autoridades en un operativo por otros hechos. Al inspeccionarle el celular, se dieron cuenta de que tenía imágenes de las ocho personas tanto vivas como asesinadas. El reloj, cuando sonaron las balas, marcó las 5 de la tarde del sábado 5 de mayo.Las rentas criminalesCalamar, que significa tierra de muchos peces, es la puerta norte del Amazonas. Lo que traducen esas cuatro palabras, los habitantes lo llevan marcado en su memoria. Es un tesoro biodiverso con gran potencial turístico que se resisten a perder, pero que cuidarlo les ha costado vidas a lo largo de los años. En el siglo pasado, con el mercado cauchero y de pieles que se irrigaba con barcos hacia Vaupés; en las últimas décadas, con la bonanza cocalera que no se ha ido.Los dos puertos que tiene Calamar han sido los canales predilectos de la guerrilla para el paso de cocaína. Son días de travesía por los ríos Unilla y Vaupés hasta dar con Mitú, por donde se sale posteriormente a Brasil.El recorrido tiene varias paradas, y una clave es cuando el río Unilla -tras día y medio de viaje desde Calamar- se une con el río Itilla para formar el Vaupés, ese gran afluente oscuro que pasa por el lado de Miraflores. Del encuentro entre ríos, tres días hacia abajo hay otro punto clave: Yuruparí, donde de las embarcaciones -por las características del río- transbordan la mercancía a camiones y luego a otras lanchas. De ahí a Mitú hay 18 horas más.Cuando no es de las propias disidencias -como la mayoría de veces-, toda mercancía que salga desde Calamar paga su respectivo impuesto, pero no lo hacen ni el motorista ni el marinero. Cada año, los patrones son citados a distintos lugares por las disidencias y les hacen un conteo de las toneladas que mueven. “Al que no paga, le amarran la lancha, o sea que eso toca por ley”, dice una persona de la región.Por tonelada, el mal llamado “aporte” que pide la guerrilla es de aproximadamente 200.000 pesos según lo que se embarque, que al año se convierten en hasta 500 millones para los grandes comerciantes. Las cifras, sin embargo, no las tienen las entidades, pues conviene más la ley del silencio.El cerco militar en Calamar, GuaviareFoto:Mauricio MorenoAlgo similar pasa en el comercio del pueblo. Las extorsiones son anuales -hay quienes dicen que no les cobran hace años- y se miden dependiendo de la tasa ya fijada: unos dan dos millones, otros menos, otros más. En el campo, por ejemplo, cuando se tienen más de cinco cabezas de ganado, por cada una se puede dar un ‘aporte’ de 40.000 pesos.A menor escala que la extorsión y el narcotráfico están el oro y la minería ilegal, las cuales casi no se mencionan. Por eso, frente a las rentas ilegales, hay otras voces como la de un líder comunal que advierten que no son tan grandes como en el Cauca y el Catatumbo. A su parecer, la disputa entre ‘Mordisco’ y ‘Calarcá’ es más de orgullo y honor: por reinar en un departamento histórico para las Farc.La moto bombaUn par de minutos antes a las 8:45 de la mañana, hora en la que estalló la moto bomba, Ingrid Medina se devolvió cuando iba por el parque. Se dirigía al asadero pero un pendiente la hizo retrasar el trayecto y no estar al momento exacto de la explosión.Una de sus trabajadoras, que acostumbra a llegar 15 minutos antes de las 9, ya estaba con su niño en la puerta del negocio lista para entrar. Se sentó en una de las sillas contiguas a la moto, y justo antes de que estallara alcanzó a pararse para ir al parque a dejarle el hijo al papá. Del asombro ni hablaba, y solo se le notaban los ojos encharcados.A Robinson Caicedo, con un negocio de celulares a escasos pasos de la moto bomba, ese día le cogió la tarde para abrir, y cuando llegó a ver dónde era el atentado que sonó a cuadras de distancia, se sorprendió con que fuera en la suya: “Tenía que hacer cosas en la finca y no pude llegar temprano, estaba desayunando en la casa y escuchamos el estruendo. Dijimos: ‘un atentado al batallón, como pasa casi siempre’, y ahorita que venía veo esto… Al local no le pasó nada, pero queda uno con zozobra de pensar qué va a suceder de aquí en adelante”.Su vecino Nicolás Alfonso, previo a la explosión, a dos casas de donde estaba parqueada la moto le había pedido a Uribe, ampliamente conocido en el pueblo, que le prestara 500 pesos para comprarse una galleta: “Si no me los hubiera prestado y yo no hubiera ido a la tienda, a mí me hubieran dado duro, eso fue lo que me salvó”.Los dos civiles heridos son Uribe, con una esquirla que le dio a un lado de la espalda, y Alberto Reyes, el repartidor de los recibos de servicio público que iba cruzando la calle cuando lo impactó una de las partes que voló. Fue remitido a San José del Guaviare para una radiografía. Y el parte médico de los militares fue que dos sufrieron heridas profundas que hicieron que los trasladaran a Villavicencio, donde los otros cuatro también fueron valorados.Giovanny Garcés ex alcalde del municipio de Calamar en el Guaviare, durante una entrevista concedida al diario El Tiempo hoy 5 de julio del 2025 . FOTO MAURICIO MORENO EL TIEMPOFoto:Mauricio MorenoAyer, al amanecer, el alcalde y los comandantes del Ejército y la Policía en el departamento hicieron un recorrido por Calamar para descartar, junto con sus tropas, la presencia de nuevos explosivos especialmente en motos. Hicieron un llamado a romper el silencio y entregar información que permita dar con quienes amenacen la tranquilidad. Del responsable de la moto bomba dijeron que ya tienen pistas de quién pudo haber sido.Cuatro días después del asesinato de los ocho habitantes de Pueblo Seco, en una operación del Ejército fue abatido alias Paisa Duber. En palabras del ministro Pedro Sánchez, era “un criminal de 50 años que venía de Anorí, Antioquia, y que allá llevó fue dolor”. Su reemplazo fue escogido rápidamente: alias Corea es quien ahora está a cargo de todo el Guaviare para el ‘frente primero’ de ‘Mordisco’, que del otro lado tiene a los del ‘séptimo’ con alias Miller. Hacia ellos apuntan las recientes investigaciones.Carlos López – Enviado especial a Calamar, Guaviare
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