La política del hijo único ha sido, quizá, el mayor experimento social de la humanidad. Con el objetivo de frenar a toda costa el crecimiento de población, durante algo más de 35 años China sólo permitió a las familias tener un solo vástago. Los dirigentes comunistas esbozaron las medidas con un eslogan en 1978: “Uno es mejor, dos como mucho, dejando un espacio de tres años”. En 1980 se convirtió en política estatal. Para 1982, el 96% de las familias urbanas estaban teniendo un solo retoño, según la Encuesta de Hogares Urbanos. Mediante un sistema de multas y penalizaciones para quien no cumpliera, se frenó en seco la natalidad del entonces país más poblado. Hasta que la política se convirtió en un problema. Con la pirámide poblacional en proceso de inversión, Pekín le puso el punto final en 2016, permitiendo a las parejas tener dos hijos para “equilibrar el desarrollo demográfico y abordar el desafío de una población que envejece”. No lo ha logrado. Diez años después, el descenso de la natalidad es uno de los mayores quebraderos de cabeza para el Gobierno chino. Su sombra es alargada. Durante su aplicación, la política del hijo único dio lugar a historias terroríficas de abortos, abandonos y pequeños que crecieron sin ser registrados. Se cebó especialmente con las niñas, a las que muchas familias desdeñaron. A la vez, se moldeó un nuevo tipo de sociedad de hijos únicos, conocidos como “pequeños emperadores”, críos hiperformados y plagados de atenciones, que se han hecho adultos mientras el PIB de China crecía a una media del 10% y el país ascendía al Olimpo de las superpotencias. Ma Li, de 53 años, crio a su única hija (hoy de 24) con la esperanza de que tuviera “los mismos derechos y oportunidades que un varón”. “La eduqué para que fuera valiente y supiera defenderse”, declara por teléfono. Tras dar a luz, se colocó un dispositivo intrauterino, como hicieron millones de mujeres durante los años en los que el control de la natalidad estuvo vigente. Asegura que en su caso fue una decisión voluntaria, aunque organizaciones de derechos humanos han documentado que se trató de una práctica médica extendida y, en muchas ocasiones, sujeta a presión administrativa. LIANYUNGANG, CHINA – MAY 11: A nurse takes care of a newborn baby at a hospital on May 11, 2025 in Lianyungang, Jiangsu Province of China. International Nurses Day falls on May 12 every year. (Photo by Wang Chun/VCG via Getty Images)VCG (VCG via Getty Images)Reconoce que, de haber tenido margen, habría querido más hijos. Pero sostiene que la política “liberó a las mujeres de tener una función reproductiva permanente”. “Cada época tiene su propia lógica”, reflexiona. “Ahora muchas no quieren tenerlos. Algunas ni siquiera quieren casarse”. En las zonas rurales, la norma no siempre se siguió con la misma rigidez. La distancia con los centros de poder, la necesidad de mano de obra y la propia realidad demográfica hicieron que su aplicación fuera desigual y, en ocasiones, más laxa. En muchas aldeas se toleraron excepciones informales, retrasos en los registros o nacimientos que quedaron fuera del radar burocrático. Algunas familias tomaron decisiones al margen del sistema, como la de la señora Mei, oriunda de Sichuan, de 49 años. “La gente del campo no entendíamos el porqué de los controles”, explica en un mensaje. Describe que en casi todas las casas de su entorno había varios niños. Por eso, cuando nació su segundo hijo (la primogénita era niña) lo inscribió en el registro familiar de su hermana. Regularizó la situación en 2015 ―año en que se anunció el fin de la política― y pagó la multa correspondiente, la cual, dice, “ya no era comparable” a lo que habría tenido que abonar en 2003. Durante 12 años, a ojos de las autoridades, el niño fue el hijo de su tía.En opinión de la señora Mei, la crianza antes “era sencilla”. “Con tener algo para comer bastaba”. Atribuye la baja natalidad a las “enormes exigencias actuales” y a una combinación de factores: salarios estancados, altos niveles de estrés, y falta de corresponsabilidad doméstica. En China, la tasa de fertilidad continúa en caída libre, a pesar de que en 2021 se permitió a las parejas casadas incluso tener tres hijos. Nace un niño por cada mujer, según el Banco Mundial, una de las menores tasas de reposición del planeta (para que la población no disminuya, han de nacer 2,1 hijos por mujer). En 2022, el país perdió población por primera vez desde la década de los sesenta. En 2023, fue superado por la India como el país más habitado. China envejece rápidamente y la sociedad se sustenta por un número cada vez menor de ciudadanos en edad de trabajar. La tasa de natalidad y el número de recién nacidos disminuyeron durante siete años consecutivos antes de experimentar un ligero repunte en 2024. La ONU prevé que China pase de los 1.400 millones de habitantes actuales a 633 millones para el año 2100, un cambio que podría ser un obstáculo para el crecimiento. De modo que estos asuntos se han convertido en una prioridad de “seguridad nacional”. “El auge y la caída de las grandes naciones suelen estar profundamente influenciados por las condiciones demográficas”, dijo en un discurso en 2023 el presidente chino, Xi Jinping. “Por lo tanto, la seguridad demográfica debe incorporarse al marco más amplio de la seguridad nacional y planificarse cuidadosamente”. El líder abogó por “pasar de regular principalmente la cantidad a centrarse en mejorar la calidad, estabilizar la población total, optimizar la estructura demográfica y mejorar la movilidad de la población”. Los analistas lo interpretaron como un giro en el enfoque: del control a los incentivos. Las autoridades promocionan hoy lo que llaman una “nueva cultura de matrimonio y maternidad”. Las políticas se despliegan en numerosos frentes, de permisos parentales más largos a desgravaciones fiscales. Los Gobiernos locales celebran bodas colectivas para animar los enlaces. Desde mayo, las parejas pueden casarse en todo el país, sin necesidad de registrar el enlace en el lugar de su empadronamiento natal (el llamado hukou). Hay funcionarios dispuestos a inscribir uniones en resorts turísticos, discotecas y festivales de música. Este año, por primera vez, el Informe de Trabajo del Gobierno, un documento anual que revisa políticas y fija objetivos, mencionaba la necesidad de “proporcionar subsidios para el cuidado infantil” y desarrollar servicios de guardería. En julio, se aprobó un programa nacional de ayudas de 3.600 yuanes (435 euros) por cada hijo menor de tres años. Y la semana pasada, la Administración Nacional de Seguridad Sanitaria se comprometió a “lograr básicamente” que para 2026 los ciudadanos no tengan que realizar ningún desembolso por los gastos hospitalarios del parto, que ascienden a unos 5.000 yuanes por uno vaginal y 10.000 por cesárea (605 euros y 1.209 euros, respectivamente), según Shanghai Observer. Actualmente, en la mayoría de provincias rige el sistema de copago por los gastos médicos, incluidos los destinados al nacimiento. En otro signo de los nuevos tiempos, a partir del 2026, los condones serán más caros: se aplicará un 13% de IVA a los preservativos y otros anticonceptivos, que habían estado exentos desde 1993 como parte de la política de hijo único. “El descenso de la tasa de fertilidad es inevitable, como una roca gigante que rueda cuesta abajo”, afirma sin embargo Yi Fuxian, investigador de la Universidad Wisconsin-Madison. Es una consecuencia de las sociedades desarrolladas, y Asia es un buen reflejo, con tasas por los suelos en Japón o Corea del Sur. “La política del hijo único de China aceleró el proceso”, añade el también autor de Big country with an empty nest (Un gran país con un nido vacío, 2007). Cree que, a pesar de los esfuerzos del Gobierno chino, será muy difícil subir esa roca de nuevo ladera arriba.CHONGQING, CHINA NOVEMBER 26: A woman walks across a large city plaza with a young child beside her as they enjoy the warm afternoon sunlight on November 26, 2025, in Chongqing, China. Open urban plazas provide accessible spaces for children to play and for families to spend time outdoors in densely populated cities. (Photo by Cheng Xin/Getty Images)Cheng Xin (Getty Images)Yi considera que la política del hijo único ha cambiado las actitudes hacia la maternidad y la paternidad y “ha distorsionado los valores morales sobre la vida”, escribe por correo electrónico. “Tener un solo hijo o no tener hijos se ha convertido en la norma social”. Pronostica que los matrimonios seguirán cayendo (a pesar del breve repunte en 2023 y en 2025) y las parejas, posponiendo la hora de procrear. No cree que las políticas introducidas vayan a lograr demasiado. “Lo que China pretende hacer, Japón ya lo ha hecho”. Y sin éxito. El país “está envejeciendo antes de enriquecerse”, concluye. Y “no cuenta con los recursos financieros necesarios para seguir completamente el camino de Japón”. La economista Keyu Jin, nacida en 1982, e hija única como la inmensa mayoría de los de su generación, cree que la implementación de la política del hijo único condujo a “numerosas historias de terror”, y ha marcado profundamente al país. Pero no solo para mal: “Puede ayudar a explicar la elevada tasa de ahorro de los hogares urbanos chinos [y] el extraordinario aumento del nivel de estudios superiores”, señala esta profesora de la Hong Kong University of Science and Technology en The New China Playbook (El nuevo manual de China, 2023). “En un giro sorprendente, tener menos hijos elevó drásticamente el estatus de las mujeres”, añade. Las estadísticas reflejan que en China hay unos 30 millones más de hombres que de mujeres, una anomalía que bebe de la preferencia por el varón durante los años del hijo único. Pero las que nacieron, como la propia Jin, no han tenido que competir con hermanos varones por los recursos, particularmente en educación. Numerosas investigaciones prueban que las mujeres han recibido de media más años de estudios que los hombres, escribe Jin. Y esto ha contribuido a conferirle a sus congéneres una mayor relevancia social y laboral. También ha dado lugar a una generación de mujeres más independientes, tanto en lo económico como en lo personal, y más seguras de sí mismas. “Ahora hay más hermanas que alzan la voz y muestran a otras que hay que luchar por tener más derechos y autonomía”, valora en un intercambio de mensajes Winnie Tang, de 27 años, fundadora de Spring Reel, una productora de series. Para ella, la “liberación” de la mujer es “tener derecho a negarse y a no asumir exigencias impuestas”. En la época de su madre, “formar una familia era el mejor destino al que una mujer podía aspirar”. Su generación, sin embargo, prioriza otras metas, como desarrollar “una carrera que nos apasione” o disfrutar “del placer de hacer las cosas que nos gustan”. Zimeng Yan ha contribuido en la elaboración de este reportaje. 

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