Siempre que se domestica a un ser vivo algo se pierde de su parte indómita. Cuando un cachorro de perro recibe sus primeras lecciones, alguna regañina le llegará para apaciguar sus ansias por comerse todo lo que se le ponga por delante; dejará de ser tan salvaje, pero habrá aprendido a convivir. En un jardín también se llega a la conclusión de tener que realizar algún tipo de doma, para que la creación ideada se mantenga en el tiempo y crezca.Como un director de orquesta, el jardinero primero ha de acoplar cada componente que configura un jardín a su forma y personalidad: así cuidará la tierra, aquel será el abono, estas otras serán las tareas de mantenimiento imprescindibles y periódicas… Después podrá otorgar su protagonismo a algunas de las partes vivas que integran el jardín: en marzo destacará aquella magnolia (Magnolia x soulangeana) con su floración, mientras a su pie se apagan los brezos (Erica x darleyensis); después, en abril, se incendiarán poco a poco los colores de los rododendros y las azaleas (Rhododendron spp.), que serán el preludio de una sonata coral junto a ese corro de árboles del amor (Cercis siliquastrum) con el fondo de los lilos lilas y blancos (Syringa vulgaris), con sus raíces protegidas por las bergenias (Bergenia crassifolia). In crescendo, varias floraciones se arremolinarán en el arriate, y anunciarán el estallido tonal de mayo…Más informaciónTodos estos movimientos han de buscar la armonía, el fluir continuo que es un jardín dinámico y compenetrado. Pero el jardinero no se puede olvidar que hasta un mínimo toque de una campanilla en medio de una pieza musical es importante. Esto era lo que hace años se ignoraba: se mataba todo lo que se viera con una mirada negativa o, como mínimo, de duda. Se entendía que esa domesticación del jardín debía de mostrar mano dura en todo momento. De esta manera, en cuanto aparecían cuatro pulgones sobre unos capullos de las rosas enseguida se preparaba la mochila de tratamiento y se cargaba con un potente insecticida para matar esos cuatro pulgones extraviados. Una vez rociados, y ya que se tenía el caldo mortífero a punto, se fumigaban también aquellos otros arbustos, “por si acaso tienen algún otro bicho”. Así, el jardín permanecía limpio, a ojos de ese director de orquesta implacable y temeroso. Un jardín ha de tener un director de orquesta que decida qué tareas y qué plantas han de tener protagonismo.Westend61 (Getty Images/Westend61)Lo que ocurría después es lo que se podría suponer, porque el desequilibrio ya estaba establecido gracias a una sola persona, y así el jardín se convertía en un enfermo crónico. Esta enfermedad provenía de una sencilla razón, como era la de faltar ese toque de campanilla que cambiara el ritmo de la pieza musical jardinera. Al no tener pulgones al comienzo de la temporada de mayor crecimiento de las plantas, ya no acudían los depredadores naturales de esos pequeños vampiros ávidos de savia azucarada. Como los depredadores estaban ausentes, los pulgones —rápidos en reproducirse— volvían a infestar las plantas. Y vuelta a empezar, con un adicto director de orquesta preparando más insecticida con el que mantener a raya a los pulgones y para perpetuar el desequilibrio hasta el infinito y más allá, todo lo que haga falta.En el jardín aparecen insectos como los pulgones que atacan a las plantas.paula sierra (Getty Images)Afortunadamente, en los tiempos que corren la mentalidad de muchos de los directores de orquesta que cuidan de los espacios verdes es otra diferente. Han aprendido que el desequilibrio en el jardín no son aquellos cuatro pulgones, sino la mentalidad obtusa de querer matarlo todo, como si el ser humano hubiera ideado la mejor manera de cuidar de las plantas. Ahora, una mirada atenta observa y espera, porque sabe que, en la gran mayoría de casos, el equilibrio llega. Si lo hace a tiempo, las plagas no son tal y el jardín se autorregula eficazmente. Si los depredadores llegan tarde, puede que se haya perdido parte de la floración de una especie, pero a cambio el lugar habrá aprendido de su propio desequilibrio para actuar más rápidamente la siguiente vez. Hace años era habitual utilizar productos fitosanitarios muy potentes para matar cualquier mínimo inicio de plaga.Westend61 (Getty Images/Westend61)Si hoy se revisara un vademécum de los años noventa con los productos fitosanitarios utilizados en jardinería —desde abonos hasta herbicidas, pasando por insecticidas o fungicidas—, se descubriría que bastantes de aquellos productos ahora están prohibidos y retirados del mercado. En muchas ocasiones, debido a su riesgo y perjuicio para las mismas personas que lo aplicaban o por la toxicidad que generaban en el medio ambiente. Actualmente, cuando hay que utilizar algún fitosanitario, se recurre primero a aquel que tiene menor impacto en el entorno, antes de pasar a mayores si fuera necesario e inevitable.Y en un jardín familiar lo mejor es observar atentamente, con la vista preparada y dispuesta a asombrarse con los ciclos naturales, sin interferir más de la cuenta, para poder escuchar ese toque de campanilla que es el aleteo de un pequeño insecto que viene a equilibrar la balanza.

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