Dos horas y media después de que enfilara el paseíllo para enfrentarse, en solitario, a seis toros de Dolores Aguirre -el primero en la historia de esta ganadería-, Damián Castaño abandonó la plaza de San Agustín del Guadalix entre aplausos. Visiblemente cansado, medio cojeando -sufrió una cogida en el quinto- y, muy probablemente, decepcionado, recibió el reconocimiento de los miles de aficionados que respondieron a su gesta.Porque lo de Damián sí que fue una gesta, no eso que nos venden las denominadas “figuras” y otros matadores cuando se anuncian ante seis “torillos” cuidadosamente escogidos entre las ganaderías más nobles del mercado; o cuando, como mucho, se atreven a matar un par de toros de Victorino. Hay que tener mucho valor y torería para atreverse a encerrarse solo ante una de las divisas más exigentes del campo bravo.Todo un triunfo, por tanto, salir a pie tras superar la prueba con enorme dignidad. El titánico esfuerzo del salmantino no tuvo la recompensa deseada, primero, por los reiterados fallos a la hora de matar, y también porque la esperada corrida de Dolores no terminó de romper. La mayoría de los toros acudió de largo al caballo -tomaron un total de 21 varas-, por momentos empujó bajo el peto, pero casi todos acabaron saliendo sueltos. Un encierro entre la mansedumbre y la casta, muy complicado en el segundo tercio, y que llegó al último con el fondo muy justo.El mejor, a la postre, fue el que abrió plaza, un animal serio por delante, astifino y limpio de pitones -como todos cuantos salieron por chiqueros-, pero vareado y suelto de carnes, que tuvo codicia, nobleza y cuya transmisión fue en aumento conforme el torero le exigió. Comenzó Castaño perdiendo pasos entre pase y pase, hasta que se confió y le dejó la muleta puesta en el hocico para torear con mando y firmeza. Fue en ese momento cuando surgieron hasta tres tandas en redondo y al natural, que derrocharon profundidad y hondura. Los adornos, toreros e inspirados, fueron la guinda. Habría cortado, al menos, una oreja de peso, pero pinchó hasta en tres ocasiones. El fallo con la espada, su eterno talón de Aquiles, fue la norma durante toda la mañana.Bravo de verdad resultó en el caballo el segundo, que no abrió nunca la boca, pero al que le faltó fuerza. Se arrancó pronto y alegre, y después metió la cara abajo y empujó con los riñones. A partir de ahí, quiso, pero no pudo. Ante él, Damián Castaño, anduvo perfecto. Desde el comienzo mediante bellos pases por alto, hasta el final, al unipase, cruzado y dando el pecho.En el tercero, sin embargo, la cosa comenzó a complicarse. ¡Qué sentido desarrolló el de Dolores en banderillas! Canutas las pasaron los subalternos. Imposible parecía aquello cuando cogió la muleta Castaño, pero a base de valor, firmeza y de bajar mucho la mano, le robó un puñado de derechazos de enorme mérito. Por el izquierdo, no tenía ni uno.Igual de voluntarioso, aunque cada vez más acelerado y precipitado, Damián lo intentó todo en los tres restantes. No fue tarea fácil. El cuarto, que pareció lastimarse, resultó muy deslucido por su constante calamocheo; el quinto, reservón, se movió mucho en los primeros tercios, pero luego se vino abajo, quedándose debajo y sin pasar; y el manso sexto tuvo poca clase y recorrido. En definitiva, faltó casta.No cortó orejas ni se fue a hombros por la puerta grande, pero Damián Castaño se marchó con algo más importante: el reconocimiento de la afición a su entrega, valor y torería. Esto sí fue una gesta.Dolores Aguirre / Damián Castaño, en solitarioToros de Dolores Aguirre, correctamente presentados la mayoría (más justos el vareado 1º y el terciado 3º), desiguales en los caballos (casi todos acudieron, por momentos empujaron, pero luego salieron sueltos), con movilidad, aunque de más a menos, y complicados. Destacaron el buen y encastado 1º y el 2º, bravo en el caballo, pero de poca fuerza.
Damián Castaño: tres pinchazos y estocada delantera (saludos); cuatro pinchazos y dos descabellos (silencio); pinchazo, estocada corta muy atravesada y cuatro descabellos (silencio); estocada corta tendida (saludos tras leve petición); media estocada atravesada que escupe (palmas); tres pinchazos _aviso_ y estocada corta algo delantera y perpendicular (ovación de despedida).
Plaza de toros de San Agustín de Guadalix (Madrid). Corrida matinal; 3ª y última de la Feria del Aficionado organizada por la Peña Tres Puyazos. Casi lleno.

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