‘Qué injusto es el toreo’, se lamentaba un aficionado cuando doblaba el sexto de la tarde y había desaparecido ya la posibilidad de que Roca Rey abriera la Puerta del Príncipe. Muy injusto, sin duda, con el torero peruano, incontestable y extraordinario toda la tarde ante el lote más bondadoso de una blanda, noble y descastada corrida de Victoriano del Río.Más informaciónMereció el peruano los máximos honores por su entrega desmedida, por su arrojo, por su compromiso e, incluso, por su toreo, cada más hondo a medida que alcanza la madurez como matador de toros.Su actuación ha sido de premio gordo desde el principio; puede gustar más o menos —he aquí la eterna canción con este torero—, pero no se le pueden negar los muchos méritos que posee, su sitio delante de los toros, cómo se juega el tipo y su conexión inmediata con los tendidos.Con cinco verónicas, una media, una revolera y uno de pecho a una mano recibió al tercero de la tarde, con el que Antonio Chacón rayó la perfección en dos pares de banderillas. Tras brindar al público, estatuarios, un pase cambiado, un molinete y el obligado de pecho compendiaron el inicio de una faena de muleta de poder a poder, cadenciosa y templada a un toro nobilísimo con el que había que torear de verdad. A la fijeza, el ritmo y el compás del animal, Roca Rey respondió con muletazos largos, a cámara lenta algunos de ellos, enroscado en el terreno del animal, asentadas las zapatillas y con la cadencia y prestancia necesarias para que el momento se convirtiera en una obra admirable. Era un toro de carril, ciertamente, lo que permite valorar más, si cabe, la obra de un torero poderoso que hoy, además, ha mostrado sus progresos como artista.Con lances a la verónica comenzó junto a las tablas y acabó en la boca de riego en el recibo al sexto, cuando ya flotaba en el aire la gloria de la Puerta del Príncipe. Viruta y Algaba a las banderillas y Chacón en la lidia, se lucieron de verdad.Roca comenzó por alto, y tras un desarme, volvió a ser el torero incontestable del toro anterior, ante otro animal de desbordante nobleza. Citó de lejos con la mano derecha y la ligazón hizo sonar la música; los naturales, después, resultaron enormes, uno de ellos un redondo completo, y los ayudados por alto anunciaban lo que toda la plaza esperaba y no fue posible. Falló con la espada en dos ocasiones, sonó un aviso y la gloria merecida se esfumó. Pero ahí quedó un torerazo de principio a fin, injustamente tratado por la realidad.Perera se marcha de la Feria de Abril con la vitola de maestro ilusionado, que no es poca cosa a sus muchos años como matador de alternativa. Solo pudo dar la vuelta al ruedo en su primero, pero como sucedió el martes, se ha entretenido en dar una nueva lección de torería añeja, de profundo conocedor de la técnica con goterones de clásica hondura. Es un veterano que no se ha dormido en su zona de confort y se niega a ser, como otros de su generación, un torero amortizado.La lidia a su primero, un inválido de nobilísima condición, fue un muestrario de oficio y hondura, de buena colocación, de muletazos largos, de hondura y buen gusto, en dos palabras.Brindó a El Juli, presente en el tendido, comenzó por alto con donosura, pero pronto quedó patente que la calidad del toro era proporcional a su falta de fuerza y casta. Aun así, hubo muletazos de alto voltaje por la adecuada colocación del torero y su mejor concepto taurino. Los mejores naturales brotaron al final de la lidia, cuando el animal era ya un proyecto de cadáver, lo que impidió que la obra levantara el vuelo deseado. Volvió a demostrar su entrega ante el cuarto, un toro descastado en exceso que no ofreció facilidades. Sea como fuere, Perera se marcha de Sevilla revalorizado, justo premio a su veterana y muy interesante torería.Otra tarde más, Juan Ortega se fue de vacío; en esta ocasión, bien es verdad, porque su lote no fue propicio para el triunfo. Lo intentó en ambos toros con el capote, y dibujó un ramillete de aceptables verónicas en su primero y una media lentísima en el recibo al quinto. Pero hubo poco más. Cuatro muletazos templadísimos a la caricatura del toro segundo, descastado e inválido, y un buen comienzo por bajo en el otro que acabó en nada por la nula condición de su oponente.Del Río / Perera, Ortega, RocaToros de Victoriano del Río-Toros de Cortés, desiguales de presentación, mansurrones, blandos, muy nobles y descastados. Los más destacados por su bondad los lidiados en tercer y sexto lugares. 
Miguel Ángel Perera: estocada trasera y caída (petición y vuelta); estocada (silencio).
Juan Ortega: estocada tendida (silencio); estocada (silencio).  
Roca Rey: estocada (dos orejas); dos pinchazo -aviso- y estocada baja (ovación).
Plaza de La Maestranza. 7 de mayo. Duodécima corrida de abono de la Feria de Abril. Lleno de “No hay billetes”.

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