El hotel/club/residencia privada Mar-a-Lago se convirtió, por segundo día consecutivo, en un centro de la geopolítica mundial con la visita del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. El presidente de Estados Unidos hace de anfitrión en Palm Beach (Florida), donde está pasando sus vacaciones de Navidad, lo reciba a las 13:00 (hora de la Costa Este, seis más en la España peninsular) como recibió el domingo —en otra confusión, habitual en él, entre lo público y lo privado— al ucranio Volodímir Zelenski. “Hamás tiene que desarmarse”, dijo Trump, al recibir a Netanyahu, a la puerta de su mansión. “Es una de las cosas que discutiremos hoy”. El primer ministro israelí, que se reunión previamente con el secretario de Estado, Marco Rubio, y el de Defensa, Pete Hegseth, permaneció callado en el arranque de la visita. “No voy a hablar sobre derrocar ningún régimen”, respondió el presidente de Estados Unidos a una pregunta sobre Irán. Netanyahu acude a la cita con el que define a menudo como “el mejor amigo que Israel ha tenido en la Casa Blanca” con la misión de comprobar si sigue siéndolo y con cuatro objetivos, según indican las filtraciones de información previas a la reunión. Quiere permiso para poder bombardear Irán de nuevo si continúa fabricando misiles balísticos. Busca autorización para permanecer en la zona de Siria que Israel ocupa militarmente desde el año pasado. Aspira a mantener las cosas como están, sin segundas fases aún, en Gaza, con el control israelí de más de la mitad de la Franja a base de ataques diarios con palestinos muertos. Y pretende forzar el desarme en todo Líbano de Hezbolá, que salió debilitada y descabezada del enfrentamiento que mantuvieron a finales de 2024. La reunión, la quinta presencial entre ambos líderes en 2025, se produce el mismo día en el que Hamás confirmó la muerte hace meses en bombardeos israelíes de su entonces líder en Gaza, Mohamed Sinwar (hermano de Yahya Sinwar), y de su portavoz militar, Abu Obeida; y con la impaciencia de Trump con el plan de paz para Gaza, que impuso en octubre pasado y no acaba de pasar a su segunda fase. Con la incomodidad, también, de la Casa Blanca con las acciones diarias de Israel en Líbano y Siria. Netanyahu —que habló el domingo por teléfono desde Florida con Elon Musk, el hombre más rico del mundo, de nuevo en la órbita de Trump— necesita una conquista en Mar-a-Lago que le sirva de vuelta en casa, donde ha solicitado el perdón presidencial con el impulso de Trump (“¿A quién le importan unos cigarros y champán?”, dijo en el Parlamento) en su juicio penal por soborno y fraude, y su base presiona para anexionarse Cisjordania, algo a lo que el presidente de EE UU ya se ha opuesto con claridad. Además, las encuestas indican que, o cambian las cosas, o le costará reeditar en las elecciones de 2026 la coalición que mantiene con ultraortodoxos y nacionalistas radicales.Trump quiere anunciar avances en Gaza cuanto antes, a ser posible, antes de que se cumpla el próximo 20 de enero el primer año desde su regreso a la Casa Blanca. Durante la campaña con la que logró su billete de vuelta al poder, el entonces candidato prometió que sería capaz de acabar con esa guerra en su primer día en el Despacho Oval, y, aunque faltara a esa promesa, le gusta presumir de que ha conseguido “la paz en Oriente Próximo” por primera vez, acostumbra a exagerar, “en miles de años”.Esa segunda fase pasa por un repliegue de la invasión israelí y la creación de un Gobierno tecnocrático palestino. Todo ello, con el concurso de un organismo internacional de supervisión y el despliegue de una fuerza internacional aún por definir. Netanyahu insiste en que Hamás aún no ha devuelto el último cadáver de rehén (previsiblemente perdido bajo los innumerables escombros de Gaza) y prefiere que las cosas continúen como están, con su ejército al mando del 58% de la Franja y el resto, en manos de Hamás, en unas condiciones calamitosas que las lluvias han empeorado este mes. De hecho, Netanyahu y su esposa, Sara, se han reunido en Florida con los padres del último rehén en su vida, para garantizarle “todos los esfuerzos” para “traer a su heroico hijo para un entierro judío”, en un “emotivo encuentro” del que su oficina ha difundido un comunicado y fotografías. En cuanto a Irán, Estados Unidos apoyó a Israel en junio, con la así llamada “guerra de los 12 días”, que coronó un ataque de Washington a tres bases de producción y almacenamiento de uranio que supuso un golpe al programa nuclear del régimen de los ayatolás. Trump vendió esa operación como un éxito militar sin precedentes ―con la “completa aniquilación” del programa nuclear iraní― y como la solución definitiva a un problema que Netanyahu no está dispuesto a dar por resuelto. Este aspira a desmantelar el programa de desarrollo de misiles balísticos de Teherán, aprovechando la debilidad de su viejo enemigo: agujereado por las sanciones, cada vez con menos apoyos en la región y en mitad de una fenomenal crisis económica. Momento delicadoEl republicano también se encuentra con Netanyahu en un momento delicado en clave interna. Su apoyo incondicional a Israel ha abierto una brecha en el movimiento MAGA (Make America Great Again), la base de sus fieles más acérrimos. De un lado, con el locutor Tucker Carlson o la conspiranoica Candace Owens en cabeza, están quienes ponen en duda la financiación de la brutal guerra de Israel en Gaza, más difícil de justificar entre los jóvenes, también entre los conservadores, que acceden a la información en directo y sin filtros de las atrocidades del conflicto a través de las redes sociales. Del otro, están quienes consideran que colocarse del lado de Israel ayudará a Occidente en una supuesta cruzada civilizadora contra el islamismo radical. El presidente de Estados Unidos basó en buena medida su ascenso en el ideario que encierra el eslogan America First (Estados Unidos primero). Prometió que si volvía a la Casa Blanca las guerras en el extranjero serían cosa del pasado, aunque de momento, un año después, la escena internacional (de Ucrania a Venezuela) ha absorbido mucha de su atención. Así ha quedado una vez más demostrado estos días en Mar-a-Lago, y resumido el domingo en un tuit de la congresista MAGA Marjorie Taylor Greene: “Hoy, Zelenski. Mañana, Netanyahu. ¿Podemos centrarnos en Estados Unidos?”.

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