En el otoño en el que Remco Evenepoel y Juan Ayuso han acaparado los principales titulares del ciclismo profesional por sus respectivos cambios de equipo, uno firmado por el Red Bull-Bora, otro por el Lidl-Trek, el pelotón femenino ha presenciado algo único. El Canyon-Sram alemán, conjunto con el que la polaca Kasia Niewiadoma conquistó en 2024 una de las ediciones más impredecibles de la historia del Tour de Francia, ha incorporado a su filial a la germana Sophie Alisch, quien a sus 24 años lucirá por primera vez un dorsal de competición tras una inmaculada trayectoria en el boxeo, donde deja atrás un récord de diez victorias en sus diez combates como profesional.“Sé que a mucha gente le sorprenderá este cambio, es más, lo entiendo, pero es una decisión que he meditado durante mucho tiempo”, explica Alisch a EL PAÍS desde su residencia en Mallorca, donde se instaló hace ya tres veranos. “Mi cabeza hizo clic durante la preparación para mi última pelea, allá por noviembre de 2024. Pasé más de año y medio sin combates hasta llegar a ese momento, Solo entrenaba y me preparaba en la sombra. Y para una persona como yo, que vive por y para competir, que quiere demostrar constantemente lo que trabaja y lo que aprende en el día a día, lidiar con esa falta de actividad fue durísimo”.Tanto, que la motivación que un día le llevó a ponerse los guantes terminó por agotarse. “Dejó de llenarme lo que hacía”, reconoce la berlinesa. “Se me apagó ese fuego interno que el boxeo había prendido en mí. Ya no sentía esa chispa; esa felicidad”. De nada sirvió un récord profesional impoluto, sin una sola derrota sobre el ring. La brecha era insalvable. “Necesitaba algo nuevo, un reto con el que volver a ilusionarme. El capítulo del boxeo se había terminado para siempre”, concluye.Sophie Alisch posa como nueva ciclista del equipo Canyon-Sram.SWP-3090Las ideas, eso sí, no tardaron en aclararse. “Yo ya llevaba años haciendo ciclismo para trabajar mi resistencia, un aspecto fundamental para prosperar en mis combates”, confiesa. Es más, cuando en su cabeza aparecieron las primeras dudas, lejos aún de tener la decisión tomada, tuvo una idea: por qué no hacer un test de esfuerzo y comprobar así las opciones reales de labrarse un futuro encima de la bicicleta. “Cuando terminé, me dijeron que para dedicarme al boxeo había registrado unos números increíbles”, recuerda sonriente. “Me contaron que si trabajaba podría construir algo todavía mejor, pero que mi base genética invitaba al optimismo”.Así fue como antes de cumplir los 24, Alisch decidió dar el segundo volantazo a su todavía corta trayectoria deportiva. “Antes de dedicarme al boxeo ya había representado a la selección alemana de tenis en varios torneos infantiles”, revela, convencida, pese a todo, de que el ciclismo será el último deporte al que le entregue sus incansables esfuerzos. “Creo que no me he equivocado. Cuando me subía a la bici, aún como boxeadora, sentía una felicidad difícil de experimentar en cualquier otro aspecto de mi vida. Me costaba admitirlo, incluso aún me resisto un poco a hacerlo, pero he de ser honesta: dar pedales me hacía más feliz que ponerme los guantes. Por eso sé que este cambio es el definitivo. Voy a ser ciclista hasta el día en el que deje el deporte profesional”.El camino, no obstante, será largo, empezando por la estricta adaptación a un deporte cuyas exigencias físicas difieren mucho de las que hasta ahora ha conocido. “El boxeo es un deporte muy exigente, pero metabólicamente se basa en actividad anaeróbica. El ciclismo, en cambio, es principalmente aeróbico”, explica Sebastian Rösler, preparador y divulgador alemán en quien Alisch y su entorno han depositado toda su confianza. “Nuestro primer gran reto es mejorar la oxidación de grasa y desarrollar el motor físico de Sophie, es decir, su VO2max [la cantidad máxima de oxígeno que el cuerpo puede usar por minuto a una alta intensidad]para que pueda soportar la carga de entrenamiento necesaria con el físico de una ciclista profesional”.Así, acostumbrada a rondar los 57 kilos en los pesajes previos a sus combates, la berlinesa deberá asentarse ahora en los 55 sin extraviar un gramo de fuerza por el camino. “Perder demasiado peso en esta transición afectaría a mi rendimiento, y no quiero sentirme débil, sino más bien todo lo contrario”, advierte ella. “Todavía es pronto para saber qué tipo de ciclista va a ser Sophie”, añade Rösler, “pero su bagaje en el cuadrilátero me hace verla como una gran rodadora dentro del pelotón. Luego, cuando adquiera algo más de experiencia, creo que podría llegar a convertirse en una gran sprinter”. Todo, con un objetivo muy claro en mente. “Quiero estar en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 2028”, afirma quien ya es, a todos los efectos, ciclista del Canyon-Sram, equipo del WorldTour con sede en Leipzig. “Por el momento estoy dando los pasos correctos. Tengo, además, la mente muy abierta para lo que me depare el futuro. Quiero ponerme el maillot y probarlo todo hasta saber dónde soy verdaderamente buena”, sentencia. “Hasta ahora, mi principal virtud como deportista siempre ha sido la capacidad de sufrimiento. Sufrir, sufrir y sufrir sin perder un ápice de concentración… Algo me dice que esa habilidad tampoco me va a venir mal de ahora en adelante”.
El cambio radical de Sophie Alisch, de boxeadora invencible a ciclista profesional: “Voy a demostrar que no me he equivocado” | Ciclismo | Deportes
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