
Alberto San Juan, periodista de formación antes que actor por vocación, invita a café en su casa. Da la dirección en un barrio del centro de Madrid y, al llegar, una, prejuiciosa, espera encontrarse el típico apartamento bohemio de artista. Frío, frío. Vive en un normalísimo piso de una gigantesca manzana de bloques cerrada a un patio interior con piscina, pistas de tenis y parque infantil al modo de las urbanizaciones de las afueras. Le comento mi sorpresa y me da la razón. “Esto, que podría ser la evolución de la corrala, de la vida en comunidad, es el mismísimo infierno de la clase media aspiracional”, se ríe. “Antes, vivía en un sitio que igual piensas que me pegaba más, pero eso sí que era un infierno para Max y nos mudamos aquí para que pudiera bajarse a jugar”. Max es su hijo pequeño, de 12 años, que lee tirado en el sofá del salón mientras su padre atiende a la entrevista en la cocina. De fondo, una lavadora a pleno rendimiento. Más informaciónHasta el crítico Carlos Boyero, célebre por su exigencia, ha alabado su papel en La cena, ¿cómo se queda? Que te pongan bien siempre es bueno, y si es alguien que pone a muchos muy mal, pues mejor. Y con Boyero me pasa una cosa: le tengo mucho respeto, más allá de crítico de cine, sino como figura pensante alternativa al que he oído decir cosas muy interesantes. También considero que es muy arbitrario, con lo cual, estupendo que le guste, pero podría no haberle gustado. ¿Cómo va de ego a estas alturas? Los daños a mi ego no son curables con piropos ajenos. A mis 57, lo doy por perdido. Soy una mezcla de acomplejado y vanidoso tremendo y sin solución. Mi ego va a rachas, a días, y a veces a momentos dentro del mismo día. En la infancia y la adolescencia me percibía como una sombra entre las sombras, hasta que descubrí que llevo una súper vedette dentro de mí. Soy una mezcla entre un don nadie y una Norma Duval. ¿Se sentía una sombra porque su padre, el dibujante Máximo San Juan, y su madre, la periodista Pilar Guijarro, brillaban demasiado? No, no, para nada. No sé de dónde me viene esa inhibición. A ver, mis padres se criaron en la posguerra, en Castilla, eso es una losa, y bastante hicieron con no soltar esa losa sobre sus hijos y ejercer de cortafuegos entre la peste nacionalcatólica que habían recibido y nosotros. Aunque, inevitablemente, no era una casa donde fluyera la expresión física. Y yo descubrí mi cuerpo muy tarde. ¿Y cómo lo descubrió? Yo sentía, a la vez que ganas de esconderme, que algo me impulsaba a ponerme debajo de los focos. Esto suena poético y tal, pero es tal cual te lo cuento. Son muchos años de terapia y todo esto lo tengo muy hablado. Convivo con alegría con mis taras. Cuando empecé a ir a escuela de teatro descubrí que tenía que usarlo por huevos, moverlo como sea para expresarme. Yo era muy, muy flaco. Siempre ha habido un contraste entre mi cara y mi cuerpo. Mi amiga la actriz Pilar Castro me decía: ‘Tú estás bueno de cuello para arriba’, la perra. Entonces, supongo que, precisamente, de la represión corporal, surgió en mí una forma de moverme singular. De ahí que me sienta Norma Duval. Esa es una referencia muy boomer. Es que no se me ocurre nadie más joven. Lo de boomer me sonaba a esos chicles gordos de cuando éramos adolescentes, ¿te acuerdas? Me da igual que me lo digan, pero lo que te juro que detesto, me parece edadista e incluso incitador de odio, es que te llamen pollavieja ¿Se lo han llamado alguna vez? A la cara no, pero supongo que, por la espalda, seguro. Pero es que me da pena incluso cuando se lo llaman a quienes representan ese concepto. Me parece muy feo atacar a una persona porque sea vieja. George Clooney ha anunciado, con 64 años, que no va a hacer más comedias románticas con parejas mucho más jóvenes y que no va a volver a besar a chicas en pantalla. ¿Lo comprende? Sí. A mí me chirría muchísimo que me pongan con una pareja 20 años más joven. Y eso que tengo manga ancha, porque, 15 años arriba o abajo me parece bien, pero, sí, creo que hay que negarse, que Clooney lo hace muy bien y que voy a seguir su senda. Ahora, sí quiero seguir besando en el cine, que no he besado tanto, y no voy a renunciar en el futuro. ¿Y si es su pareja cinematográfica, mujer, la que le saca 20 años? Ahí sí que lo haría encantado. Ahora mismo viene Charlotte Rampling [79 años]y no seré yo el que le ponga pegas. Alberto San Juan, en un banco de la zona común de la urbanización del centro de Madrid donde reside.Bernardo PérezTiene dos premios Goya. ¿Cree que puede estar nominado en los próximos? Ya te he dicho que soy muy vanidoso y me daría una alegría enorme. Si no estás nominado te llevas una cierta decepción. A nadie le amarga un dulce, y un premio Goya es un dulce muy rico. ¿Qué siente hoy al ver su foto de presentador de los Goya 2003 con su camiseta del ‘No a la guerra’ junto a Willy Toledo? Alegría de verme con un hermano de vida en una de esas raras ocasiones de celebración democrática popular. ¿Qué pondría en su camiseta si los presentara en febrero de 2026? Cuidado: los cineastas, mañana, podemos estar de nuevo rodando El triunfo de la voluntad. Tendré que buscarlo en Google. Y muchos lectores, también. Mejor, así les da curiosidad, lo miran y lo flipan. ¿Qué ha sido para usted el grupo Animalario, con el que empezó?Mi escuela de interpretación y de vida. Vivimos y trabajamos juntos de forma continua 15 años, y claro que hubo peleas, pero no rupturas dolorosas. Nos vemos, nos importamos y nos seguimos queriendo un montón. De vez en cuando, nos conminamos a dar señales de vida si alguien está callado demasiado tiempo. Mario Casas y Alberto San Juan, en el vestíbulo del hotel Palace, en ‘La cena’.¿Qué es lo peor que le ha pasado en la suya? Joder. Pues mira, pérdidas, no, porque mi padre murió a una edad en la que era natural morirse. En la adolescencia, haber dejado de vivir un amor que no me atreví a vivir, y luego, de haber hecho mucho daño a un par de personas a lo largo de mi vida. Y eso me pesa mucho. ¿Ha pedido perdón? En la medida de lo posible, sí, porque hay cosas que no son posible del todo. Concha Velasco, al final de su vida, dijo que quería pedir perdón a todo el mundo porque quería llenar hasta su entierro. Qué maravilla, Concha. ¿Sabes que una vez le propuse tener un affaire en un ascensor? ¿Qué me está contando? Sí, coincidimos en una película, a principios de los 2000, nos veíamos mucho en maquillaje y conectábamos mucho por el sentido del humor. Nos reíamos muchísimo juntos y yo, entre bromas y veras, sentí la confianza de decirle que me ponía y proponerle que si nos liábamos. Ella, con toda tranquilidad, sin alterarse lo más mínimo, me contestó: “Yo, a estas alturas, o me lo propone Sean Connery o paso”. Qué grande. El otro día vi La cena en un barrio, digamos, conservador, y el público se reía muchísimo oyéndole decir “¡Arriba España!”. ¿Qué le sugiere? La cena, aparte de otros valores, es una peli muy oportuna y pedagógica. Es una mirada, creo que rigurosa, sobre la posguerra inmediata, ese momento tenebroso de la historia de España, pero tratada desde el humor y eso facilita que todo tipo de gente la vea. Entonces, me encanta que la gente se ría. Y también que se rían de mí cuando digo “¡Arriba España!“. ¿Cuánto le costó decirlo? Cero, porque tengo la convicción del personaje, Genaro. Y Genaro lo dice para intentar salvar su vida. Y si se trata de eso se dice lo que haga falta. O sea, que de morir por algo, nada. La única cosa que trataría de no hacer para salvar la vida es sacrificar la de otra persona. Y según qué persona, también te digo. En serio: solo daría la vida por mis hijos. Y te lo digo ahora que no estoy en situación de tener que darla. ¿Recuerda alguna metedura de pata en su época de periodista? Muchísimas. Solo te cuento una. Entonces, era muy joven, mi vida era un desastre, me mandaron a cubrir un juicio, fui directamente desde casa de alguien y me dejé una bolsa de plástico con ropa sucia en las escaleras de la Audiencia Nacional. Llamaron a los artificieros. La verdad es que, como periodista, no tenía ningún olfato ni reflejos para las noticias diarias. Pero el periodismo sí me ha servido para ser actor. Tiene una cosa maravillosa, que es que te pone en contacto con mundos y personas y lenguajes muy distintos y eso, para cualquiera que le interese la vida, y mostrarla, es apasionante. ¿Se ha comido algún bulo, tan periodista como es? No recuerdo. Pero, fíjate, ahí creo que el concepto polarización es engañoso, porque parece que se refiere a dos partes equivalentes, cuando creo que hay una parte que está creando una realidad ficticia según la cual los males que sufrimos están causados por africanos, feministas, trans o social comunistas, y otra que, defendiendo el discurso que sea, no distorsiona la realidad. No es lo mismo. Imagínese que hay elecciones, gana el PP y Santiago Abascal es vicepresidente. ¿Qué hace? Seguir viviendo, ¿qué voy a hacer? Como me gusta decir, amo a España. No es coña. Es el país donde he crecido y donde están mis recuerdos, mis afectos y mis amores. Entonces, ¿por qué me voy a exiliar? Como me habías dicho hace un momento que estábamos terminando, te iba a decir que estaba feliz de no haber hablado de política. ¿Está cansado de hacerlo? Bueno, estoy alerta porque creo que, realmente, el ser humano no ha conocido una experiencia democrática plena, pero la democracia parcial que hemos tenido está siendo desplazada a gran velocidad por un proyecto autoritario que me da mucho miedo. Entonces, no estoy cansado, pero sí alerta e inquieto. Y, ante eso, creo que la única posibilidad de supervivencia es hacer comunidad y cuidarnos los unos a los otros. ¿Aunque sea en esta corrala aspiracional? Aunque sea en esta urba, jajaja. “DESCLASADO” ALBERTOAlberto San Juan (Madrid, 57 años) creció en el madrileño barrio de El Viso, hoy un distrito prohibitivo, hijo del dibujante Máximo San Juan y la periodista Pilar Guijarro. “Una vez, mi padre me dijo que al haber comprado un chalé en El Viso nos convirtió en unos desclasados porque, socialmente, nunca perteneceríamos a ese mundo, pero tampoco a ningún otro. Mis hermanos y yo nos perdimos la experiencia de barrio, pero, afortunadamente, tampoco tuvimos la de unos niños bien”, dice hoy este actor que, antes de atreverse a explorar su vocación de actor, estudió y ejerció brevemente el periodismo, en el que, reconoce, cometió algunas pifias como llegar tarde o marcharse demasiado pronto de los sitios. Hoy, con dos Goya en su haber, y multitud de papeles en cine y teatro, donde también escribe y dirige, San Juan tiene en cartel La cena, una de las películas más taquilleras del año. No se queja.
Alberto San Juan: “Soy una mezcla entre un don nadie y una Norma Duval” | Cultura
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