León XIV ha hecho público este jueves un documento de cuatro páginas que es uno de los que tiene mayor carga política en sus siete meses de pontificado, en el que hace un llamamiento a la paz en el mundo y reparte críticas en muchas direcciones. Lo hace impelido por “una desestabilización planetaria que va asumiendo cada día mayor dramatismo e imprevisibilidad”. “Hoy, la justicia y la dignidad humana están más expuestas que nunca a los desequilibrios de poder entre los más fuertes”, lamenta, en medio de una difícil negociación de la paz en Ucrania.Robert Prevost se opone a las políticas de rearme, un claro recado a la UE; también a las que en vez de promover la memoria de las tragedias del pasado para que no se repitan se vuelcan en difundir “percepción de amenazas”. Y al uso abusivo del derecho a la legítima defensa. También censura la erosión del derecho internacional y “las enormes concentraciones de intereses económicos y financieros privados que van empujando” hacia guerras cada vez más tecnológicas. Reprueba del mismo modo como “blasfemias” cuando las religiones se dedican a “arrastrar las palabras de la fe al combate político, bendecir el nacionalismo y justificar religiosamente la violencia y la lucha armada”. Como respuesta, y esto también es significativo, el Pontífice anima a la movilización ciudadana y de la sociedad civil.El Papa hace estas reflexiones en el primer mensaje que escribe, siguiendo la tradición de sus predecesores, para la Jornada Mundial de la Paz que la Iglesia católica celebra el 1 de enero. Es una costumbre que inauguró Pablo VI en 1968, en el auge de la guerra de Vietnam y siguiendo la estela de Juan XXIII, que tras la crisis de los misiles en Cuba de 1962 publicó su famosa encíclica Pacem in terris (Paz en la tierra). Aquel documento marcó un rumbo hasta hoy mismo y supuso un giro en la postura de la Iglesia en plena Guerra Fría, al dirigirse a todos los hombres de buena voluntad, no solo a los creyentes, situarse entre los dos bloques en conflicto y apostar por un desarme integral. León XIV, de nacionalidad estadounidense y peruana, se ha mostrado muy prudente en sus primeros meses en el cargo. Él no es Francisco, no interviene de lleno en la política, pero empieza a mostrar su línea y a decir cosas, a su estilo. El documento refleja un estado de alarma por la situación del mundo similar al que dio lugar en los años sesenta a la redacción de los primeros mensajes de paz. Prevost cita, como si de un informe técnico se tratara, las cifras de gasto militar en 2024 a nivel mundial: “Aumentaron un 9,4% respecto al año anterior, confirmando la tendencia ininterrumpida desde hace diez años y alcanzando la cifra de 2.718 billones de dólares, es decir, el 2,5% del PIB mundial”.“Si la paz no es una realidad experimentada, para custodiar y cultivar, la agresividad se difunde en la vida doméstica y en la vida pública. En la relación entre ciudadanos y gobernantes se llega a considerar una culpa el hecho de que no se nos prepare lo suficiente para la guerra, para reaccionar a los ataques, para responder a las agresiones”, explica el Pontífice. “Mucho más allá del principio de legítima defensa, en el plano político dicha lógica de oposición es el dato más actual”, señala en lo que parece un mensaje dirigido a Israel. “No es casual que los repetidos llamamientos a incrementar el gasto militar y las decisiones que esto conlleva sean presentados por muchos gobernantes con la justificación del peligro respecto a los otros”.Pero sobre todo, el Pontífice ataca una línea narrativa de fondo que trasciende el plano meramente bélico, y llega al político, directo a la ultraderecha y las políticas de Donald Trump: “Hoy no son pocos los que llaman realistas a las narraciones carentes de esperanza, ciegas ante la belleza de los demás”. “Por si fuera poco, hoy parece que se quiera responder a los nuevos desafíos, no solo con el enorme esfuerzo económico para el rearme, sino también con un reajuste de las políticas educativas; en vez de una cultura de la memoria, que preserve la conciencia madurada en el siglo XX y no olvide a sus millones de víctimas, se promueven campañas de comunicación y programas educativos, en escuelas y universidades, así como en los medios de comunicación, que difunden la percepción de amenazas y transmiten una noción meramente armada de defensa y de seguridad”.“Bendecir el nacionalismo”, una blasfemiaPrevost también se detiene en los avances tecnológicos y la inteligencia artificial, que “han radicalizado la tragedia de los conflictos armados”. “Incluso se va delineando un proceso de desresponsabilización de los líderes políticos y militares, con motivo del creciente delegar en las máquinas decisiones que afectan la vida y la muerte de personas”, advierte. En ese sentido, considera que es necesario denunciar “las enormes concentraciones de intereses económicos y financieros privados que van empujando a los estados en esta dirección”.El Pontífice no salva a las religiones de su responsabilidad en la situación mundial, cuando olvidan que su misión es “ir más allá de los lazos de sangre o étnicos, más allá de las fraternidades que solo reconocen al que es semejante y rechazan al que es diferente”. Prevost cree que su cometido es “vigilar el creciente intento de transformar incluso los pensamientos y las palabras en armas”. Pero admite que esto no siempre es así: “Lamentablemente, forma cada vez más parte del panorama contemporáneo arrastrar las palabras de la fe al combate político, bendecir el nacionalismo y justificar religiosamente la violencia y la lucha armada. Los creyentes deben desmentir activamente, sobre todo con la vida, esas formas de blasfemia que opacan el Santo Nombre de Dios”.Tras delinear este preocupante cuadro mundial, lo interesante es que León XIV llama a fomentar “el despertar de las conciencias y del pensamiento crítico”. “A esta estrategia hay que oponer el desarrollo de sociedades civiles conscientes, de formas de asociacionismo responsable, de experiencias de participación no violenta, de prácticas de justicia reparadora a pequeña y gran escala”, propone. El Vaticano, de hecho, ya bendijo las manifestaciones contra la ofensiva de Israel en Gaza y las iniciativas como la flotilla humanitaria.También reivindica “el camino desarmante de la diplomacia, de la mediación, del derecho internacional”. Sin embargo, critica que está siendo “tristemente desmentido por las cada vez más frecuentes violaciones de acuerdos alcanzados con gran esfuerzo, en un contexto que requeriría no la deslegitimación, sino más bien el reforzamiento de las instituciones supranacionales”, apunta. “Ya sea que tengamos el don de la fe, o que nos parezca que no lo tenemos, queridos hermanos y hermanas, ¡abrámonos a la paz!”, proclama.

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