En El espíritu de la colmena, Víctor Erice retrató a los vencidos de la guerra encerrados en su colmena, sombras marcadas por el silencio y el vacío. Sus movimientos eran mínimos, rutinas de la ausencia que, en el caso de Teresa, la madre de las niñas, quedaba fijada en la buena letra de una carta a un destinatario desconocido para el espectador. “Salvo las paredes, apenas queda nada de la casa que tú conociste…”, escribía Teresa en aquella tristísima misiva sin destino. Más informaciónMás de medio siglo después, la directora sevillana Celia Rico Clavellino recoge el testigo de la caligrafía invisible de las vencidas de la Guerra Civil en La buena letra, adaptación de la novela homónima de Rafel Chirbes que Rico borda; de la sencillez y la emoción de su guion a su cuidada dirección de actores. Rico arranca con una cita de la novela sobre la buena letra como el “disfraz de las mentiras” para luego buscar un lugar propio, el del cine. Si la novela —publicada en los noventa y cuyo final fue modificado en ediciones posteriores por el propio autor— viaja de la Guerra Civil al inicio del desarrollismo franquista, la película de Rico se ciñe a la posguerra, a la médula de la humillación y la represión, desde donde se evoca sin nombrarlo el pasado y se intuye el futuro y sus nuevas derrotas. Como ya ocurría en sus dos anteriores películas (las notables Viaje al cuarto de una madre y Los pequeños amores) Rico deja espacio a sus intérpretes en una puesta en escena intimista alrededor de las ausencias y carencias de la casa, esas cuatro paredes en las que ya no queda nada. Loreto Mauleón es Ana, personaje central de esta desolada mirada a una familia rota de un pueblo valenciano y a la manera de enfrentarse cada cual a la supervivencia. Todo lo que ella hace (coser, cocinar, lavar, planchar, escribir cartas) da forma a la película y a sus vidas sin vida. Nadie habla de miseria, pero la miseria está presente cada vez que se sientan a la mesa, en los sorbidos de la sopa de una casa que se quedó sin música y sin palabras. Si los ojos y las manos de Ana son el eje de La buena letra, la historia de fondo, es la de su marido, Tomás, y su cuñado Antonio. Dos hermanos vencidos que intentan ubicarse en una nueva realidad hostil y empobrecida. Interpretados por Roger Casamajor (Tomás) y Enric Auquer (Antonio) ninguno será exactamente lo que parece al principio, porque ninguno sabe exactamente quién es hasta que la supervivencia pone en juego sus identidades. Las secuelas de la guerra, la sombra de la depresión y del alcohol, la incapacidad para volver a sentir o el castigo físico del trabajo duro se cruzan en el magnético triángulo que conforman Mauleón, Casamajor y Auquer, tres personajes cuyas lecturas y matices se irán resolviendo, sobre todo en las emocionantes secuencias finales entre Casamajor y Mauleón.Más informaciónEl personaje que rompe la aparente unión familiar es Isabel (Ana Rujas), una joven que llega desde Londres para recordar que fuera de ahí la vida sigue. Con su estilo austero y realista, la música no suena en La buena letra hasta casi la mitad de la película, cuando se anuncia la llegada de Isabel y, en una elipsis de un par de años, vemos a una Ana melancólica en el cine viendo Verbena, de Edgar Neville, y escuchando Ay, mi Madrid. Con la llegada de Isabel llega también la radio, las coplas y los tangos, y un horizonte de progreso que implica una nueva forma de humillación y de silencio. El enorme pesar que transmite Celia Rico cuando Ana y Tomás bailan Amar y vivir, de Antonio Machín, marca una recta final cuyo dolor ya no da tregua y en la que, una vez más, la mujer de un vencido busca dignidad y consuelo en una carta fantasma sin destino. La buena letraDirección: Celia Rico Clavellino.
Intérpretes: Loreto Mauleón, Enric Auquer Sardà, Roger Casamajor, Ana Rujas.
Género: drama histórico. España, 2025.
Duración: 110 minutos.
Estreno: 30 de abril.

‘La buena letra’: Celia Rico borda la caligrafía invisible de la posguerra | Cultura
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