Ha sido corto el descanso para el Gobierno de Claudia Sheinbaum. La presidenta pudo celebrar una victoria parcial en la guerra arancelaria de Donald Trump, cuando el panorama mundial se estremecía, pero los nuevos golpes estaban a la vuelta de la esquina. El 10 de abril, el presidente republicano escribía en Truth, su red social, que México estaba robando el agua a los granjeros texanos y que la devolvía o “las consecuencias seguirían escalando”: “Incluyendo tarifas o incluso sanciones”, gritaba en mayúsculas Trump. Cuatro días después, el Departamento de Comercio estadounidense lanzaba un anuncio —sin antes haber informado al Ejecutivo mexicano— de que se cancelaba el acuerdo sobre el precio de los tomates mexicanos y que estos afrontarían casi un 21% más a partir del 14 de julio. En solo una semana, dos nuevos frentes han brotado para protagonizar la ya eterna negociación con Estados Unidos.Son cientos los acuerdos firmados entre los dos países en décadas y décadas de colaboración, lo que hace difícil adelantarse a por dónde va a llegar el próximo reclamo de Trump. El republicano ha convertido los aranceles en la palabra mágica del nuevo orden comercial. El presidente llegó a decir que los países le “estaban besando el culo” tratando de negociar una reducción de las tarifas, justo antes de ordenar una pausa a los impuestos por la presión de unos mercados mundiales en caída libre. Aunque el líder estadounidense afronta ahora un maratón de largas negociaciones, con una posición más debilitada, eso no le impide seguir apretando las tuercas a algunos países, entre ellos, a su principal socio comercial.Sea ventaja o castigo, México y Estados Unidos comparten más de 3.000 kilómetros de frontera y tienen en marcha decenas de agendas en negociación. Después de que las detenciones de migrantes irregulares hayan caído un 90% y que los principales capos del narcotráfico sigan sus andanzas judiciales en tribunales del norte, se ha abierto un nuevo espacio de pelea, y quizás el más vital de todos: el agua. Los dos países firmaron en 1944 un tratado de aguas, en el que se fijaban los envíos de líquido de uno y a otro lado. Así, Estados Unidos envía cada año por el río Colorado 1.850 millones de metros cúbicos a México y este devuelve por el río Bravo casi 2.160 millones de metros cúbicos cada cinco años. Esto es, dice el tratado, “en condiciones normales”.La realidad es que en estos últimos cinco años, México apenas ha entregado 632 millones, es decir, el 30%. De forma oficial, el país tendría hasta este octubre de 2025 para entregar el resto, más de 1.500 millones de metros cúbicos, una misión imposible por un tema sin dobleces: no hay agua suficiente. La sequía que lleva más de tres años abrasando a México va a meter al Gobierno en un aprieto internacional.Una parte seca de la presa La Boquilla, en Chihuahua, el 5 de abril.Jose Luis Gonzalez (REUTERS)Las dos presas que deben regular el agua del río Bravo para entregar a Estados Unidos están bajo mínimos. La presa de la Amistad, situada en Acuña (Coahuila), está al 13,7% de su capacidad, y la de Falcón, en la localidad de Guerrero (Tamaulipas), al 8,8%. Y todavía faltan un par de meses para que llegue la temporada de lluvias. En el último año, la presa de Coahuila no ha tenido prácticamente más agua de la que tiene ahora: 241 hectómetros cúbicos, para una capacidad regular de 1.770. La de Falcón sí tenía hace justo un año cinco veces más del agua que acumula ahora, que está en 118 hectómetros cúbicos, para una capacidad de 1.351, aun así, en ese pico máximo apenas llegaba al 40%.No es un secreto: México se seca. Según el último monitoreo de sequía del Gobierno, el 60% de la cuenca del río Bravo está en sequía extrema. Si se acerca más, esta sequía máxima llega al 95% en Sonora y al 86% en Chihuahua. Estos datos son los que están detrás de las últimas negativas de los mandatarios del norte para entregar más a Estados Unidos. La panista Maru Campos ha afirmado que es “imposible” dar más agua: “Simplemente no podemos cumplir con algo que pone en riesgo a nuestra población, productores y ciudades”. La gobernadora ha afirmado que buscan avalarse en la falta de lluvias, una de las excepciones de fuerza mayor del tratado.Este martes, la Comisión Nacional de Agua (Conagua) ha salido al alcalde de Ciudad Acuña, que había advertido el fin de semana de que se estaba acelerando la extracción de agua de la presa Amistad para cumplir con el tratado: “No está de ninguna forma relacionado”, ha dicho la dependencia, que ha asegurado que es un “procedimiento ordinario” para abastecer a las 13 ciudades que dependen de estas presas. Mientras, Sheinbaum ha afirmado que está en diálogo con los mandatarios de Coahuila, Chihuahua y Tamaulipas para “ver cuánta agua realmente se puede entregar a partir de lo que debe México, sin afectar a los productores mexicanos, pero al mismo tiempo cumpliendo con el Tratado de 1944″. Algo que todavía parece la cuadratura del círculo.La presidenta mexicana está utilizando el mismo tono de respuesta ante todas las tensiones de la agenda: “diálogo y respeto”. Sin embargo, la madeja sigue enrollándose. “Hay tantas agendas y tantos temas abiertos de cooperación y también de tensión, que estamos en una situación particularmente precaria porque cualquier tema que le disguste a Trump puede estar sujeto a aranceles, aunque no tenga nada que ver con el tema comercial, como es el agua”, apunta María José Urzúa, analista de Relaciones Internacionales del ITAM.Esta semana empezó con el anuncio de la “cuota compensatoria” del 20,9% para el tomate mexicano para compensar las “trampas” que hacen los productores mexicanos al exportar este alimento tan barato. Una vieja pelea que mantienen los agricultores de Florida desde 1996 y que el Gobierno republicano ha decidido volver a resucitar ahora. Ya en su primer mandato, Trump amenazó con imponer este gravamen, pero se paró al llegar a un acuerdo que incluía más inspecciones y un mayor precio para el tomate orgánico. “No creemos que ocurra [el impuesto] porque son 90 días de negociación. Ya este proceso se ha hecho muchas veces y siempre ha ganado México”, ha dicho Sheinbaum este martes, que ha tratado por esta vez de plantarse: “Pero en el caso de que llegara a aplicarse esta sanción, el jitomate mexicano seguiría exportándose a Estados Unidos porque no tiene sustituto. El principal problema que habría es que serían más caros los jitomates en Estados Unidos”.

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