Los pantalones de campana que Kendrick Lamar lució en la Super Bowl el pasado febrero no tardaron en ponerse a la venta en Zara. O, por lo menos, unos muy parecidos. Los primeros, de 1.200 euros, llegaron a agotarse en varias tiendas de Celine después del furor desatado por la actuación del rapero. Los segundos cuestan menos de 40 y confirman el regreso de este icónico corte. Ceñidos en la cintura y abiertos desde la rodilla, los pantalones de campana son un clásico del armario femenino: volvieron en los años noventa, fecha de su último gran revival, y nunca se han terminado de ir. Para los hombres, en cambio, representaban una prenda más bien atrevida atrapada en los años setenta. Pocos días después de la Superbowl, el estilista e influencer Marc Forné posaba con los vaqueros de marras de Celine y preguntaba: Are you wearing the ______? Y antes de eso, la agencia EDITED ya registraba un crecimiento de dos dígitos en las búsquedas de pantalones de campana para hombre. ¿Es posible que estemos a las puertas de un cambio tectónico en la silueta masculina?En un primer tanteo, la respuesta es abrumadora: “Amo amo amo amo”; “Adoro”; “No concibo otra forma de pantalón”; “Son los que mejor sientan a cualquier cuerpo en general”, escriben los integrantes de una variada tribu capitalina de jóvenes queer. En redes, los fanáticos del modelo se conocen como bellboys (chicos campana) y para ellos esta silueta no supone ninguna novedad. “Siempre han estado ahí, Lamar no ha inventado nada”, secunda Nono Vázquez, estilista, director de moda de esta revista y eterno partidario del modelo. Antes de la Super Bowl, la pernera acampanada ya se había convertido en un clásico de gala para estrellas como Harry Styles, sobre todo gracias al estilo retro que cultivaba Alessandro Michele en Gucci (ahora hace lo propio en Valentino).Brad Pitt en Venecia.Getty ImagesLa actriz danesa Yutte Stensgaard le toma las medidas a Christopher Bennett en una imagen de 1972. Getty ImagesDe hecho, Pharrell, cantante y director creativo de Louis Vuitton, los ha convertido en uno de sus caballos de batalla dentro de la firma francesa y en sus propias apariciones públicas. Porque la irrupción de nuevas proporciones en la figura masculina siempre se convierte en eso, una batalla. Incluso alguno de los fanáticos se opone a la popularización del modelo: “Me parece una apropiación de la estética queer. Cuando los heteros lo asuman, nos pondremos otra cosa”, espeta Diego, de 29 años. Sin embargo, para que esa “apropiación” suceda fuera de los focos y las pasarelas parece que todavía falta.El músico y director creativo Pharrell.Getty ImagesEl músico Rkomi en Sanremo.Getty ImagesPreguntamos a dos tiendas importantes de la capital. Goyo Otero, al frente de Sportivo, confía completamente en el auge del modelo: “Es su momento. Los vendemos bastante bien. Hemos comprado varios para la temporada que viene”. En su local ofrece marcas que han decidido apostar por el corte como Acne Studios o Sunflower. Sin embargo Óscar Gala, responsable de Mini, otro bastión de la moda masculina, duda que el furor llegue a consolidarse. “Es complicado. Ahora no los tengo en la tienda y el año pasado solo vendía un modelo. La gente los mira pero luego no los compra casi nadie. Me parece un producto muy de tendencia. De momento no me arriesgo, creo que ahora nos movemos hacia un punto más clásico”, afirma. En la calle, los escaparates y los transeúntes le dan la razón: salvo contadas excepciones, el imperio de los pitillo aún sigue vigente. Como mucho, se ven pantalones baggy, más anchos y, en teoría, la silueta que prometía destronar a la pernera estrecha.Robert Redford y Barbra Streisand en la película ‘Tal como éramos’ de 1973.Getty ImagesUn modelo de Zara con vaqueros ‘flare’.ZaraVolvemos a preguntar a otras personas de nuestro entorno: “Me gustan, pero no son muy mi rollo, por lo menos superé los pitillos hace muchos años “, comenta Aitor, un joven con gusto por la ropa contemporánea, pero sin pasarse, de 26 años. Por miedo a pisarse los bajos o a que solo sienten bien a los cuerpos más altos y esbeltos, la mayoría de los hombres a quienes consultamos —una muestra más clásica que la primera—, opinan que las campanas, por ahora, llaman demasiado la atención. Por eso, cuando nos acercamos a jóvenes más conservadores, o pijos a secas, la duda se convierte en rechazo: los ven como “un disfraz”, “horrorosos”, “muy ceñidos” o “de chica”. Precisamente, las voces más críticas de internet utilizaron este último argumento para subrayar que los vaqueros de Lamar eran en realidad de la colección de mujer de Celine. Sin embargo, lo que pocos saben es que los campana nacieron en su día como todo un símbolo de hombría.En el siglo XIX, se convirtieron en la prenda por excelencia de la Marina estadounidense. Los soldados se vestían con pantalones con los bajos más anchos para poder llevar con comodidad sus botas y remangarlos cuando limpiaban la cubierta. No fue hasta finales de mediados de los años sesenta cuando llegaron al resto de ciudadanos. Primero, los jovenes compraban los pantalones en las tiendas de excedentes del ejército y revertían su sentido original luciéndolos en las manifestaciones contra la Guerra de Vietnam. La estética de los hippies caló con tanta fuerza que, en menos de diez años, los pantalones de campana se habían generalizado y pasaron a dictar la silueta de toda la década. Su imagen más recordada, y su paroxismo, está en los escenarios y las pistas de baile: Bee Gees, ABBA o el personaje de John Travolta en Fiebre del sábado noche, figuras gloriosas que, al mismo tiempo, hacen que casi todos los hombres asocien las campanas con un disfraz.Kendrik Lamar con sus pantalones de Celine en el intermedio de la Super BowlGetty ImagesJohn Travolta en ‘Fiebre del sábado noche’ (1977).Getty ImagesEl actor Lorenzo Zurzolo en Cannes.Getty ImagesEsta imagen fosilizada puede explicar el rechazo generalizado, pero no solo hay un tipo de campanas. Aparte de los bell-bottoms o flares típicos, están los bootcut, con una campana más sutil (Bob Dylan los lucía con unos parches que alargaban los bajos de su vaquero). Tom Ford fue el responsable de que, a finales de los noventa, Gucci produjera la versión más sexy y glamurosa del asunto, y en los dosmiles, la moda de los vaqueros muy bajos y con la pernera amplia y arrastrada que llevaron David Beckham o Justin Timberlake borraron la nostalgia. En algún punto entre todo lo anterior están los pantalones que se puso Kendrick Lamar, aunque el final de la batalla por destronar al pitillo está, irónicamente, marcado por su vuelta en pasarelas punteras y en algunas modernísimas discotecas. ¡Como si alguna vez se hubiera ido!

De símbolo de masculinidad a prenda “de chica”: ¿por qué los hombres no se atreven a llevar pantalón de campana? | ICON
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